Las fuerzas del mal

Amnismía

No he encontrado una palabra para ese concepto tan español de hacer lo que yo diga, pero no lo que yo haga

Alberto Núñez Feijóo

Alberto Núñez Feijóo / Cabalar - EFE

Enrique Olcina

Enrique Olcina

La mayoría de las veces funciona así, cuando encuentras la palabra exacta todo se desata. ‘La palabra exacta’ también es un libro, de Miguel Ángel Velasco, que es fruto de una cuenta de Instagram, donde te encuentras conceptos tan preciosos y precisos como ‘amaoto’, en japonés, el sonido de la caída de las gotas de lluvia. O por ejemplo, las veces que me he zampado la cena en el fogón de la cocina de mi madre sin caer yo en la cuenta que era la comida del día siguiente, hasta que ella ha puesto el grito en el cielo, la define ‘shemomedjamo’, en georgiano «me lo comí sin querer».

No he encontrado en el libro una palabra para ese concepto tan español de hacer lo que yo diga, pero no lo que yo haga. Me he tenido que inventar una, tras la revelación de Feijóo de que iba a dar un indulto por la puerta de atrás a Puigdemont si se avenía a investirlo. No es una 'metanoia', o cambio de parecer, como uno de los de Pedro Sánchez, que algunas veces tiene unas epifanías de bombero. 'Amnismía', u olvido en provecho propio contra algo mantenido con vehemencia anteriormente, es un neologismo que se puede usar, igual que López Miras frente al ataque a la Asamblea. Fernando no se mostró ni tan tajante ni tan vehemente cuando asaltaron el Ayuntamiento de Lorca. Ambos van a necesitar un ‘cwtch galés’, un abrazo acogedor y protector, que transmite calidez y seguridad. Fuerza, Alberto, y, sobre todo, suerte para encontrar seguridad en Génova, 13.

Cuando se reveló la noticia de la amnistía pensábamos que era el momento en que Ayuso, la experta en mantenernos en un constante ‘acmé’, griego para punto más alto y culminante de tensión, saltaría definitivamente a la escena nacional, pero, periodismo o casualidad, ese mismo lunes a la propia Ayuso se le monta en titulares una ‘kermesse’, del francés tomado del neerlandés para fiesta o verbena, con la filtración de las actas que la Comunidad de Madrid se negaba a entregar. El recuento del horror. Ayuso ha afirmado que se iban a morir igual. Lo que a Ayuso se le olvidó, amnismía, es que el 65% de las personas ingresadas salvaron la vida y que las que murieron en el hospital no lo hicieron ni en soledad, dolor, o abandono, ni asfixiadas y agarradas a las camas para espanto de sus cuidadores que no tenían ningún medio para darles paz. Las que murieron así fue por un triaje clasista, porque no tenían un seguro privado que les llevara a un hospital.

Pensando en la suerte que tuvo mi abuela de estar perfectamente atendida en una residencia pública de la Región de Murcia, enhorabuena y gracias, Fernando, y para no perjudicar ni mi alma ni mi karma imaginándome si hubiéramos estado en Madrid, lo único que opinaré de Isabel Díaz Ayuso es eso, que ella se va a morir igual. Si se muere en dolores, sufrimiento y soledad no me alegraré, porque el ‘schadenfreude’, el regocijarse en el mal ajeno, está mal, pero si eso sucediera y no estuviera en mi mano evitarlo, me importará lo justo y no lo sentiré demasiado.

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