Noticias del Antropoceno

Luces y sombras de un país vecino

Dionisio Escarabajal

Dionisio Escarabajal

 Me pasé quince años viajando frecuentemente a Lisboa, más intensamente en los que tuve una oficina abierta allí para alojar un pequeño equipo que daba servicio a un solo, pero muy relevante, cliente. En el año 2011, una crisis horrorosa se abatió sobre Portugal, con los ‘señores de negro’, enviados por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, tomando posesión de las finanzas del Estado portugués. La debacle en el sector inmobiliario, al que proveo de servicios de marketing desde hace más de cuarenta años, fue tal, que tuve que replegar velas para concentrarme con el resto de mi equipo en el mercado español.

El que la historia terminara mal no quiere decir que haya decaído lo más mínimo mi afición por Portugal, en general, y Lisboa en particular. En cuanto a hacer negocios, mi opinión es que es un país complicado, como los propios portugueses y su relación con los españoles. Los malentendidos son frecuentes, a pesar de las aparentes similitudes, o precisamente por ellas. 

Una muestra de la distancia que nos separa de Portugal es que, teniendo gustos similares por el buen vino, es imposible encontrar en cualquier restaurante portugués vinos de Rioja o de la Ribera del Duero, y no te digo de Jumilla o Yecla, que es imposible. A cambio, es fácil encontrar en la carta vinos franceses o italianos. Por otra parte, los vinos del Douro y Dao portugueses compensan por la ausencia, 

Es verdad que los españoles, sobre todo los madrileños que por allí recaen, tienen formas bruscas, e incluso su español suena como una lengua dura y tosca a los oídos portugueses. Su afinidad declarada es con los gallegos por el norte y los andaluces por el sur. Y admiran a lo catalanes y los lisboetas se sienten especialmente reflejados en Barcelona. 

Especialmente molesta resulta a los restauradores portugueses la insistencia de los españoles en pedir un pincho de tortilla. Donde se ponga un pastel de gallina o un buen bacalhau a brás, que se quiten todas las tortillas del mundo. Tanto disgusto les causan los madrileños, que se han empeñado en unir Oporto con Vigo por AVE, relegando la conexión obvia entre Lisboa y Madrid vía Badajoz, la que estaba siempre prevista y ha sido la causa del aislamiento de la capital extremeña, a la espera del AVE a Lisboa que nunca llega.

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