Crónica desde

Helsinki: Oodi, la biblioteca de los felices

El edificio, de 17.250 metros cuadrados, sorprende por su arquitectura y luminosidad y por todas las actividades que se pueden realizar en su polivalente interior

Helsinki inaugura Oodi, la biblioteca del siglo XXI

Helsinki inaugura Oodi, la biblioteca del siglo XXI / T. UUSHEIMO / G.CASADEVALL

Gemma Casadevall

Cada vez que el World Hapiness Record, el Informe Mundial de la Felicidad auspiciado por la ONU, corona a los finlandeses como los seres más felices del mundo -y llevan ya seis años consecutivos sobre ese pedestal- surge la pregunta en torno a qué hace sentirse tan contentos o satisfechos a los habitantes de un lugar gélido. Se alude al alto nivel de bienestar social nórdico, al sabio sentido de la convivencia con la naturaleza en un país extenso con 5,5 millones de habitantes o incluso a la práctica de la sacrosanta sauna, lugar de encuentro social donde se suda a diario aunque durante meses se viva a muchos grados bajo cero. 

En relación palpable con el ansia de bienestar, satisfacción u otro término similar están las esencias de una arquitectura al servicio de la armonía entre el individuo y la naturaleza. El patriarca de ese concepto fue Alvar Aalto (1898-1976), que aplicó su sentido de la construcción orgánica a edificios, urbanismo y diseño. «¿Felices? Nos sentimos contentos con lo que tenemos», explica Mirkka Vidgren, directora de comunicación de la Alvar Aalto House, un bungaló-estudio ubicado en el número 20 de la Riihitie, una calle del distrito de Munkkiniemi, algo apartado del centro de Helsinki. 

Ahí trabajaron el matrimonio formado por Alvar y Aino Aalto (1894-1949), ambos arquitectos. El bungalow de los Aalto está rodeado de bloques de edificios funcionales sin demasiado encanto. Pero desde las ventanas y terraza de esa casa-estudio de trazado rectilíneo seguramente veían, como ahora hace el visitante, a niños y sus padres disfrutar del hockey sobre hielo en la pista casi doméstica que queda ladera abajo, tras los árboles. Tal vez en ese espacio equilibrio anímico crearon el famoso vaso Aalto, buque insignia de la casa en lo que a diseño doméstico se refiere.

Se puede ahondar mucho más en el espíritu del arquitecto en los recorridos que ofrece la web visit.alvaraalto.fi. Pero también se puede optar por regresar a la capital en el mismo tranvía que lo llevó a la Riihitie, el número 4, y bajarse ante el Parlamento, el Eduskuntatalo. Justo enfrente tendrá ante sí un enorme edificio que, a distancia, parece un enorme pabellón deportivo. A medida que nos acercamos toma forma una armónica ola en tonos ocres o dorados, según brille o no el sol sobre su ondulada estructura. Es el Oodi, la biblioteca central, obra del estudio ALA Architects y abierta en 2018. Ocupa 17.250 metros cuadrados en el corazón de la capital, a menos de 10 minutos a pie de su estación central. Fue la ganadora un año después del título de Mejor Biblioteca del Mundo de la Federación Internacional de Asociaciones e Instituciones Bibliotecarias (IFLA), la misma distinción que recibió en 2023 la Gabriel García Márquez de Barcelona.

Acceder a su interior, a través de una estructura de acero y cristal acaparadora de luz natural, es sumergirse en la sensación de bienestar finlandesa. Respirar el mismo aire que tantos seres potencialmente felices. De pronto, se es uno de esos campeones mundiales de la felicidad. Casi que lo de menos son los 100.000 volúmenes que alberga, parte de una impecable red de bibliotecas públicas y digitalizadas, de un país con uno de los índices de alfabetismo más altos del mundo. Los libros ocupan un tercio de su espacio. El resto es innovación y todo aquello que cree comunidad.

La casa de todos

El Oodi es la casa de todos. Está abierto los siete días de la semana, de ocho de la mañana a nueve de la noche -aunque sábado y domingo amplía su horario- ininterrumpidamente. Al Oodi se va a leer, a escuchar música, mirar vídeos, a trabajar con el ordenador, a imprimir, a jugar al ajedrez o con videojuegos, a coser, a dejar que los hijos correteen o se deslicen por sus rampas de madera clara y cálida, a tomarse un café o a tumbarse y sentirse parte de la felicidad finlandesa. Su versatilidad alcanza lo político en jornadas electorales como este domingo, 11 de febrero, día de la segunda vuelta de las presidenciales finlandesas. La función electoral es algo esporádico en el universo de multifuncionalidad del Oodi. La primera invitación a relajarse se percibe en las sillas junto al acceso, donde un cartel pide al visitante que se quite los escarpines o crampones antideslizantes de su calzado. 

El Oodi abre todos los días y allí se se va a leer, a escuchar música, mirar vídeos, a trabajar, a imprimir, a jugar al ajedrez o con videojuegos, a coser...

El Oodi abre todos los días y allí se se va a leer, a escuchar música, mirar vídeos, a trabajar, a imprimir, a jugar al ajedrez o con videojuegos, a coser... / T. UUSHEIMO / G.CASADEVALL

Si en el bungaló-estudio de los Aalto piensa uno que está en el origen de la felicidad arquitectónica nórdica, en el Oodi la sensación se traslada al presente. Puede colgar los crampones, olvidarse de los peligros urbanos y, si la jornada fue intensa, echarse una siesta. Nadie se lo reprochará.

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