El que avisa no es traidor

Gaza: fatídico uno por ciento

Queda hecho trizas el mito de que los uniformados israelíes solo respondían a acciones violentas de sus vecinos árabes para defender a la población civil del Estado judío

Destrozos en la mezquita de Al Hudda, en Rafah, tras el ataque Israelí

Destrozos en la mezquita de Al Hudda, en Rafah, tras el ataque Israelí / EFE

J. L. Vidal Coy

J. L. Vidal Coy

El horror tiene un nuevo sinónimo: Gaza. Está pasando todo lo que no debería haber pasado nunca. Lo más reciente, el inicio del ataque israelí contra la ciudad de Rafah, último refugio de cientos de miles de desplazados palestinos desde las poblaciones del norte de la Franja.

Se creyó que sería insuperable la barbarie de septiembre de 1982, cuando los invasores israelíes permitieron que bandas armadas del Kataeb (Falange cristiana libanesa) asesinaran impunemente a casi dos mil mujeres, ancianos y niños palestinos que habían quedado sin protección en los campos de refugiados beirutíes de Sabra y Chatila tras la expulsión de los fedayín de la OLP.

Gaza está demostrando lo contrario desde el 7 de octubre: no hay límites que Israel no sea capaz de traspasar. Desde el domingo, lo anterior está siendo corregido y aumentado en Rafah. Justo antes, el número de víctimas mortales en la Franja se acercaba rápida y escandalosamente a los 30.000, el uno por ciento de la población total del territorio. Los porcentajes son engañosos, y también reveladores. ¿Imagina alguien la eliminación violenta en cuestión de menos de medio año del uno por ciento de la población de España, por ejemplo? Hagan números y horrorícense.

Con sus sangrientos atropellos, el estado judío está autodestruyendo hasta sus propios mitos intocables, remedando en cierto modo el holocausto del que fueron víctimas sus ahora nacionales. Uno de esos mitos, pilar estatal, empezó a mancharse imborrablemente en Sabra y Chatila. Ahora, en Gaza, queda irremediablemente destruido: Tzahal, el término aún usado para llamar al ejército ‘Fuerzas de Defensa Israelíes’, IDF por sus siglas en inglés.

Con ‘lo’ de Gaza, Tzahal queda para la historia, y definitivamente, como ejército agresor, imperialista y genocida, en el mejor estilo de tantos otros que le precedieron en el tiempo. Queda hecho trizas el mito de que los uniformados israelíes solo respondían a acciones violentas de sus vecinos árabes para defender a la población civil del Estado judío. La falta de control y de ética de la extrema derecha del Likud gobernante, encabezada por Netanyahu, apoyada por los ultrareligiosos más radicales, lo ha hecho posible. El fatídico uno por ciento lo atestigua.

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