Verderías

El sol al rescate de la sequía

Las energías renovables, la solar sobre todo, están demostrando que pueden conseguir desplomar el coste del agua desalada. Paradójicamente, el sol puede venir en socorro de la sequía

SHUTTERSTOCK

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Herminio Picazo

Herminio Picazo

La crisis climática nos propone un escenario en el que las sequías extremas van a ser progresivamente más frecuentes y cada vez más y más intensas. Este escenario lo tenemos aquí ya, con la emergencia en el sistema hidrológico del Ter-Llobregat, que abastece Girona y Barcelona, la situación límite en las cuencas andaluzas y la posición absolutamente en la cuerda floja de nuestras levantinas cuencas del Segura y de la Comunidad Valenciana.

Ante el futuro hídrico que diseña la incontestable realidad del cambio climático, es preciso reaccionar ya. Desde luego queda margen para el ahorro de agua, la mejora de su gestión y la eficiencia en el uso. Para ello hay caminos que seguir transitando, desde la eficiencia hídrica en la agricultura y los usos industriales, al control de las pérdidas en la distribución o el aprovechamiento completo de las aguas depuradas, pasando por la aplicación a gran escala de las técnicas de ‘cosecha’ de agua y la extensión de la conciencia social sobre el uso inteligente y mesurado del agua de uso doméstico.

Pero más allá de esas opciones, lo que tenemos muy a mano es la desalación. Como se sabe, el problema de las desaladoras es la gran cantidad de energía que requieren para hacer la osmosis. Necesitan alrededor de tres kilovatios/hora para producir mil litros de agua, según la Asociación española de Desalación y Reutilización. Aunque las plantas y los sistemas más nuevos son cada vez más eficientes (las plantas de hace una década necesitaban hasta 20 kilovatios hora) y es probable que la tecnología vaya perfeccionándose, habrá un límite para la mejora que no estará ya muy lejano. Las leyes de la termodinámica mandan mucho.

Este coste energético es lo que hace que el agua desalada sea comparativamente más cara, de forma que quizás el agua de abastecimiento o de algunos usos industriales puedan soportarlo, pero no el agrícola u otros usos no consuntivos, que son al final los que más volumen requieren. Además, la energía empleada en la desalación emite gases de efecto invernadero que, precisamente, van en contra de los objetivos de la transición ecológica.

Pero hay una buena noticia. Las energías renovables, la solar sobre todo, están demostrando que pueden conseguir desplomar el coste del agua desalada. Claro, que tras hacer en cada una de las desaladoras una potente inversión para asociarla a un parque solar (o eólico, o más futuriblemente, mareomotriz o movido por la fuerza de las olas). Pero este es el camino. Paradójicamente, el sol puede venir en socorro de la sequía.

Ya sé que todo esto no es sencillo, entre otras cosas, porque se da la evidente circunstancia de que cerca del mar, que es donde estarán situadas las desaladoras, es donde menos espacio puede haber para localizaciones de parques solares que, por definición, deberán ser bien grandes si se pretende una también gran bajada de los costes de producción. Pero bueno, todo es, caso a caso, estudiarlo bien y resolverlo.

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