Verderías

El héroe ecológico

Nos toca ser tarzanitos de andar por casa. Cada cual y en grupo, ahora y siempre, porque está claro que en estas épocas de crisis y desconcierto hay que reforzar desde todos los frentes la exigencia, la acción y los mensajes a favor del medio ambiente

El Tarzán de Edgar Rice Burroughs

El Tarzán de Edgar Rice Burroughs

Herminio Picazo

Herminio Picazo

Contra la imagen de plexiglás de Batman, a todo trapo en su supercoche devorador de combustible escupiendo toneladas/minuto de CO₂. Contra los poderes genéticamente mutantes de Spiderman o La Masa. Contra la tecno-violenta acción urbana de los láseres y ráfagas de hielo de Los 4 Fantásticos, …

Contra los héroes de ciudad, rodeados de aparatos y poderes que siempre tienen que ver con el uso y el control de enormes cantidades de energía, Tarzán, el Hombre Mono, el Rey de la Selva, el extraordinario personaje ideado por Edgar Rice Burroughs, cerca ya de cumplir sus cien años de vida, emerge como el primer y gran héroe ecológico del siglo XX.

Los poderes de Tarzán devienen de su sorprendente capacidad de comunicarse con los animales y de su fortaleza natural, sin duda adquirida de tanto mecerse en las lianas.

Tarzán no utiliza la tecnología, no gasta, no consume, no contamina. Tarzán combate contra unos malos que casi siempre son traficantes de marfil o de animales salvajes. Tarzán defiende la selva y sus habitantes. Tarzán tiene un cómplice, la mona Chita -quizás uno de los mejores y más divertidos descubrimientos del cine de aventuras- con la que no mantiene una relación de dominio, sino de amistad. Tarzán habla suahili y no algún idioma de lejanos imperios. Tarzán tiene con Jane una cursi pero bellísima relación sentimental cargada de dulce erotismo latente.

¡Ancagua, Tarzán! Te necesitamos aquí y ahora. Sal del estrecho margen de la pantalla y ayúdanos a nosotros como buen héroe que eres. Vente al mundo real, en este dintel del siglo XXI, y convéncenos de que hagamos como tú y busquemos en lo ecológico un motivo y una propuesta de acción y de vida.

El Tarzán urbano utilizaría ahora para moverse un coche eléctrico, un tren, una bicicleta o por supuesto una liana; el Tarzán de ahora ahorraría en luz y en agua, se comprometería con la protección de la fauna y los espacios naturales, se apuntaría a alguna ONG ecologista, comería productos cultivados cerca de su casa, trabajaría contra el calentamiento global, reciclaría y reduciría los envases, defendería los paisajes y se manifestaría con su poderoso y tradicional grito contra los poderes que conducen el mundo en dirección contraria a la correcta. Tarzán sería un tipo ecoeficiente.

Pero Tarzán, claro, es un producto de ficción, como tantos otros. Por eso nos toca a las personas normales hacer el trabajo que él imaginaría pero que realmente no puede hacer. Y puede hacerse. Lo de la energía, lo del compromiso con la conservación de la naturaleza, lo del ahorro de recursos… y, sobre todo, lo de exigirle a los poderes que hagan lo correcto en todas estas cuestiones.

Toca, entonces, ser tarzanitos de andar por casa. Cada cual y en grupo, ahora y siempre, porque está claro que en estas épocas de crisis y desconcierto hay que reforzar desde todos los frentes la exigencia, la acción y los mensajes a favor del medio ambiente.

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