Tribuna política

Sánchez, el funambulista

Un Gobierno no puede ser estable ni fiable cuando su principal preocupación es salvar la votación del día, cualquier decisión suya pueda ser corregida por una minoría independentista, y cuya supervivencia depende de partidos que son rivales entre sí

Pedro Sánchez

Pedro Sánchez / Kiko Huesca / EFE

José Miguel Luengo

Sánchez, el funambulista… En un extremo de la cuerda, Puigdemont. En el otro, Otegi. Los españoles han vuelto a mandar un mensaje claro y rotundo al Gobierno de Pedro Sánchez: no a la amnistía, no a la impunidad para delincuentes y terroristas, no a quebrar el Estado de Derecho. Sí a una España fuerte que lucha por la igualdad, la libertad, la separación de poderes y la democracia. Los manifestantes que ayer abarrotaban las calles de Madrid han dejado claro que, frente a las humillaciones y claudicaciones de Sánchez ante el independentismo, a España no la chantajea ni la extorsiona absolutamente nadie.

Por desgracia, tenemos un Gobierno que depende de la voluntad de un fugado de la Justicia, que ha conculcado la igualdad de los españoles ante la ley mediante la concesión de impunidad a cambio de la presidencia del Gobierno, y que para ello necesita tensionar todas las costuras institucionales para seguir una semana más en el poder.

Así por ejemplo, desde el Ejecutivo de Sánchez se ataca y cuestiona la actuación de los jueces, tal como hizo la semana pasada la vicepresidenta Ribera cuando puso en duda la profesionalidad e independencia del juez García-Castellón. Y es que Sánchez cree que también el Estado de derecho, la separación de poderes y la igualdad de los ciudadanos ante la ley es una mercancía con la que se puede mercadear para continuar al frente del Gobierno.

Un Gobierno no puede ser estable ni fiable cuando su principal preocupación es salvar la votación del día, cualquier decisión suya pueda ser corregida por una minoría independentista, y cuya supervivencia depende de partidos que son rivales entre sí y tienen proyectos antagónicos.

Pensábamos que ya lo habíamos visto todo, que nuestra capacidad de asombro había alcanzado ya todos los límites, que Sánchez no se atrevería ya a traspasar más líneas rojas. Hasta que tuvimos noticia de las enmiendas pactadas por el PSOE con ERC y Junts, con las que se pretende tapar la subversión del orden público y la violencia en las calles durante el procés redefiniendo el concepto legal y penal de terrorismo. Y cuyo objetivo no es otro que la impunidad política y judicial de Puigdemont y todos los suyos, diga lo que diga y lo presente como lo presente el ministro Bolaños.

No hay terrorismo bueno y terrorismo malo: el terrorismo es siempre moralmente inaceptable e imperdonable, y más en un país como el nuestro, que lo sufrió durante décadas. Incendiar el mobiliario urbano, sabotear las vías del tren poniendo en peligro la vida de los pasajeros o apalear policías son actos de terrorismo que no han de quedar impunes. 

Sánchez negocia a escondidas la gobernabilidad de España con los independentistas, que le exigen que legisle al dictado para beneficiar a personas que han delinquido, algo que en una democracia como la nuestra no debería ocurrir. Pero traga con absolutamente todo con tal de conservar el poder, porque no tiene límites ni palabra. El presidente del Gobierno ha atravesado líneas rojas al día siguiente de jurar y perjurar que nunca lo haría.

El PSOE de Sánchez se ha situado en el extrarradio de la Constitución, y no lo decimos nosotros. Ha traicionado y abandonado su tradición constitucionalista y se ha convertido en un partido tacticista. Las posiciones del partido solo dependen de lo que a Sánchez le interese en cada momento.

Frente a un PSOE que reparte privilegios y prebendas solo para algunos, el Partido Popular, con sus presidentes autonómicos a la cabeza, se dedica a ser útil a los españoles porque piensa en todos y trabaja para todos. Mientras Sánchez se apoya en los que quieren romper la Nación, desde el PP estamos construyendo una España que funciona, con propuestas como la rebaja del IRPF, el IVA de la carne, el pescado y la conserva; una EBAU común que garantice la igualdad de oportunidades y favorezca la excelencia; o una reforma de la financiación autonómica con sentido de Estado y que nazca del consenso, no del chantaje.

Es cierto que, con este Gobierno, cada día nos enfrentamos a una sorpresa y un bochorno. Pero, pese a que el horizonte se presente muy negro y haya tanta mentira, cabe mantener la serenidad, ya que hay una alternativa sólida, creíble y solvente que lidera Alberto Núñez Feijóo.

El Partido Popular seguirá combatiendo la amnistía en todos los escenarios posibles: político, parlamentario, judicial, social, y también en la calle. 

Nos enfrentamos ante una situación de tal gravedad que no renunciamos a utilizar cualquier vía, por supuesto que siempre desde la ley y dentro de la ley. Continuaremos plantándole cara a este desatino, porque es nuestra obligación en defensa de la Constitución, el Estado de Derecho y la libertad e igualdad de todos los españoles.

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