Todo por escrito

Los robots no tienen ikigai

Gema Panalés Lorca

Gema Panalés Lorca

¿Qué AMA usted hacer? ¿Qué se le da BIEN? ¿Qué es lo que NECESITA el mundo? ¿Qué es aquello por lo que le pueden PAGAR? Si todas sus respuestas coinciden en una única actividad, está de suerte: usted ha encontrado su ‘ikigai’, un concepto japonés en el que convergen nuestra pasión, misión, vocación y profesión. Tener ‘ikigai’ es tener el trabajo perfecto: aquel que se hace sin sentir que es trabajo.

El ikigai dota a la vida de sentido, es una razón por la que levantarse por la mañana. De joven creía que acabaría encontrando mi ikigai, que aunque estuviera algo perdida en lo profesional, algún día descubriría mi verdadera vocación y daría con un trabajo que amase y contribuyera a hacer mejor el mundo, por el que me pagarían una pasta. Pero han pasado los años y mi ikigai se está haciendo de rogar.

Lo que me GUSTA hacer rara vez coincide con aquello por lo que me PAGAN. Y lo que se me da BIEN no es precisamente lo que la sociedad NECESITA. Estaba yo en la cama, dándole vueltas a todo esto y compadeciéndome de mi escurridizo ikigai, cuando leí la siguiente noticia: «El Fondo Monetario Internacional (FMI) alerta de que la inteligencia artificial (IA) afectará al 60% de los empleos de las economías avanzadas». La noticia viene a asegurar que las máquinas van a dejarnos a (casi) todos en el paro: en unos pocos años seremos sustituidos por algoritmos y chatbots.

Resulta que no son los migrantes los que van a ‘suplantarnos’ (como asegura la teoría conspirativa y xenófoba del Gran Reemplazo) sino la IA. Goldman Sachs cifra en 300 millones los empleos que desaparecerán. «Mi trabajo no puede hacerlo una máquina», pensará usted (pensamos todos). Pero nos equivocamos, en esta revolución tecnológica nadie está a salvo. De hecho, según el FMI, los trabajadores que antes serán sustituidos son los más cualificados: médicos y personal sanitario, banqueros, corredores de bolsa y empleados de oficina. Bill Gates dice que el primer empleo en desaparecer será el de profesor, aunque no se salva nadie: periodistas, ingenieros, taquígrafos judiciales... Pero entonces leo otro titular: «Adiós a jubilarse a los 67 en España: la edad de jubilación se acerca a los 70».

¿En qué quedamos? Primero nos dicen que somos todos prescindibles y luego que tendremos que ir al trabajo con andador. Seré una inconsciente, pero ante este apocalipsis laboral de esclavitud y precariedad, yo prefiero centrar mi energía en el ikigai. Quizá nunca lo encuentre, pero buscarlo ya es una buena razón por la que levantarse feliz por la mañana. Además, los robots no tienen ikigai.

Suscríbete para seguir leyendo