La balanza inmóvil

Feliz Santo

La juventud no puede comprarse una vivienda, y a veces ni siquiera alquilársela, pero eso le importa un bledo a quien manda desde Bruselas, mientras no afecte a una minoría catalana

Carles Puigdemont

Carles Puigdemont / EFE

Hoy es San Canuto, monarca y mártir laico danés que luchó contra los piratas. Y es el santo también de los que consumen marihuana. Quién no ha oído eso de «fumarse un canuto». Y, sobre todo, quién no ha escuchado eso de «pasarlas canutas». Pues por eso es el santo hoy de muchos españoles, que la están pasando canutas gracias a la inflación. 

Un juzgado de lo mercantil de Murcia acaba de dictar una sentencia exonerando a una señora del pago de 70.000 euros debidos a diversas entidades bancarias a las que les solicitó préstamos simplemente para poder vivir. La necesidad de atender a las necesidades familiares y a los gastos cotidianos ha llevado a ese juzgado a considerar que no deben devolverse los préstamos a los bancos. Y es que en este país el aceite de oliva está al precio de diamante en bruto, y la cesta de la compra de rubís nepalís. La juventud no puede comprarse una vivienda, y a veces ni siquiera alquilársela, pero eso le importa un bledo a quien manda desde Bruselas, mientras no afecte a una minoría catalana. Está dando un gran paso para la igualdad entre todos los españoles este valiente y solidario hombre. 

El prófugo ordena amnistiar a todos sus cómplices en delitos. Exige que la malversación de caudales públicos no sea para tanto. Pide que las deudas de su nación, y las suyas propias, las paguemos todos los españoles. Manda que, a cambio de sus votos o de sus abstenciones, la política de inmigración la maneje él. Y lo malo es que se le concede todo, aún a sabiendas de que la amnistía no la acepta la mayoría super absoluta de todos los españoles, como tampoco la supresión del delito de sedición y la modificación de la malversación pública. Y, por supuesto, nada de referéndum de autonomía, que eso no lo quieren ni los propios catalanes en general. El dar una alcaldía a los sucesores de antiguos enemigos cruentos de la democracia y del respeto a los derechos humanos ha sido el penúltimo paso, o concesión también a independentistas. 

La realidad es que existen ya múltiples transferencias en competencias, tanto al País Vasco como al catalán; ferrocarriles, carreteras, educación en las escuelas, lenguas en el Congreso (en Europa ya le han dicho que allí no será el catalán lengua oficial), prisiones, etc. Y, últimamente, hay una nueva exigencia disparatada: multar a las empresas (casi 9.000 que se fueron de Cataluña por inseguridad jurídica) si no vuelven a la misma. Si lo hacen, se les perdona, y si no, se les multa. O sea, que también quiere el prófugo mandar sobre las empresas (que bastante tienen con aguantar decisiones, una tras otra, sin contar con ellas) obviando el artículo 38 de la Constitución Española, que dice: «Se reconoce la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado. Los poderes públicos garantizan y protegen su ejercicio, y la defensa de su productividad, de acuerdo con las exigencias de la economía general (no de Puigdemont), y en su caso, de la planificación». 

Y otra nueva exigencia del mandamás: a cambio de callarse en la votación de unos decretos leyes (impropios en toda democracia), conceder a su partido (que encima de no ganar las últimas elecciones catalanas, quedó por debajo de ERC) decidir acerca de los inmigrantes. Ni racismo ni xenofobia se llama eso, sino querer tutelar a las comunidades autónomas de España gracias a su acreditada supremacía. Los flujos migratorios son potestad exclusiva del Estado, dijo en su día el Constitucional. Igual que la defensa del territorio español no es delegable ni transferible. Todo lo que afecta a la soberanía o a la igualdad de derechos no puede ser objeto de transferencia. Por eso, cuando se le dice al prófugo que se le va a dar también eso, me acuerdo de la relación investigada judicialmente entre Negreira y el Barcelona F.C., porque aquel se dejaba querer por el club, aún a sabiendas de que no iba a servir para nada su negociación con los árbitros (¿moderno timo de la estampita?).

Por todo eso digo que hoy es el santo de la mayoría de los españoles, que ni llegan a final de mes, y como no son catalanes independentistas, no pintan nada. Viva Canuto IV, rey de Dinamarca, que fue capaz de vencer a los piratas y encima lo hicieron santo. Todos nosotros, aunque no seamos santos ni grandes como él, nos estamos ganando el cielo con tanta inflación y ninguneo por intereses particulares, ni siquiera partidistas.

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