Pasado de rosca

Tiempos fragmentarios

A pesar de que en la sesión del Congreso del pasado miércoles no han aparecido todas las refriegas que pueden aflorar según vaya avanzando la legislatura, sí que ha quedado claro que el actual Gobierno va a pasar por apuros de los que hasta ahora solo ha probado un ligero aperitivo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tras la sesión en el Congreso de los Diputados el pasado miércoles

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tras la sesión en el Congreso de los Diputados el pasado miércoles / Rodrigo Jiménez / EFE

Bernar Freiría

Bernar Freiría

El espacio político a la izquierda del PSOE se ha fragmentado. Donde antes estaba Podemos, ahora hay dos formaciones: Sumar y el viejo Podemos -algo mellado, pero, por lo que se acaba de ver, dispuesto a dar la batalla-. La llegada de Sumar de la mano de Yolanda Díaz parecía una buena noticia para el PSOE. Los miembros de Podemos en el Gobierno se habían mostrado díscolos durante toda la pasada legislatura, especialmente con la ley del ‘solo sí es sí’, que tuvieron que reformar a la postre los socialistas en contra de la opinión de sus socios. Yolanda Díaz se había mostrado más constructiva y menos problemática, por lo que la presencia en el actual Gobierno de miembros de su formación política y la exclusión de ministros/as de militancia podemita parecía garantizar una gobernación sin sobresaltos. Nada más lejos de la realidad. No es que Podemos excluido del Gobierno sienta la necesidad de marcar territorio propio y rechace precisamente el decreto elaborado por el Ministerio de Yolanda Díaz, es que los malpensados ven que en ese deseo de marcar espacio y diferenciarse de Sumar, hay un elemento de poca disimulada venganza hacia quien los ha desplazado del espacio político. Ahora, Pedro Sánchez tiene un nuevo flanco con el que negociar si no quiere ver arruinadas sus propuestas legislativas.

Pero es que, además, en el flanco vasco también hay una fragmentación y una clara competencia entre el PNV y Bildu. Y llegará el día en que los unos o los otros quieran desmarcarse de su adversario votando en el Congreso de manera diferenciada. A fin de cuentas, ambas formaciones se disputan la hegemonía en el espacio electoral vasco, y en las próximas autonómicas se juegan la lendakaritza, que, por el momento, no está claro de qué lado caerá.

Otro tanto cabe decir de Junts y ERC en Cataluña, rivales cada vez más irreconciliables por la hegemonía política en el espacio autonómico. Aquí hay un nuevo ingrediente: el carácter imprevisible de Junts, que al condicionante de estar dirigido desde Waterloo por un personaje tan peculiar como Puigdemont, añade una cierta vocación antisistema. No se pueden denominar de otra manera iniciativas tan pintorescas como pedir al Gobierno de España que ‘premie’ a las empresas que regresen a Cataluña tras la diáspora del ‘procés’ y, sobre todo, que penalice a las que no quieran regresar. Sin duda, un nuevo paradigma en lo relativo a la libertad de empresa y a la seguridad jurídica en un país perteneciente a la UE.

La sesión del Congreso del pasado miércoles para convalidar decretos sirvió de test para atisbar la duración que pueda tener la coalición de Gobierno. Y a pesar de que en esta sesión no han aparecido todas las refriegas que pueden aflorar según vaya avanzando la legislatura, sí que ha quedado claro que el actual Gobierno va a pasar por apuros de los que hasta ahora solo ha probado un ligero aperitivo.

Uno podría hasta divertirse como espectador por los variados lances que promete el panorama político, si la cosa no fuera dramática. El PP, sin duda alentado por los rifirrafes que se anuncian, ha redoblado su torpe estrategia de confrontación con el PSOE. Véase el caso de los pellets de plástico que las corrientes marinas están trayendo a nuestras costas en un nuevo episodio de contaminación -y van…- que afecta sobre todo a las rías gallegas. Gobierno y Xunta han dado un ejemplo de fértil debate acerca de si son galgos o podencos los malditos pellets, mientras sucesivas oleadas de plástico van llegando a las playas. Primero discuten, torpe e interminablemente, acerca de quién tiene la (in)competencia y la Xunta pasa de no pedir ayuda y, sin embargo, protestar porque no la recibe, a pedir 11 embarcaciones de salvamento, un avión, dos helicópteros, un submarino y dos huevos duros. Tres veces más que lo que se solicitó para el Prestige de infausto recuerdo. Sin duda, la inminencia de las elecciones autonómicas en Galicia está sacando lo mejor de cada uno de los actores políticos.

Puede uno preguntarse en qué acabará todo. Y es una buena pregunta siempre y cuando no acaben con todo, que camino de eso llevan. 

En todo caso, es seguro que los tiempos que se avecinan van a ofrecer un espectáculo de fragmentación como pocas veces hemos visto. El predominio de la discordia, que diría el filósofo griego Empédocles.

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