La Feliz Gobernación

Podemos, coge los votos y corre

En la izquierda murciana, fuera del núcleo duro de Podemos, es difícil escuchar una palabra amable, antes y sobre todo ahora, sobre Sánchez Serna, un político afianzado en Madrid a las faldas de Iglesias, sin empatía fuera de su espacio ideológico, proclive a las proclamas estigmatizadoras e incapacitado para el diálogo. Un aparatista de diseño, y ya se ve que con lealtades a sus mentores antes que a sus compromisos

Javier Sánchez Serna.

Javier Sánchez Serna. / L.O.

Ángel Montiel

Ángel Montiel

Cómo llegar a lo más alto y quedarse allí. Con este lema se vende en España durante lo que va de siglo el libro Las 48 lecciones del poder, del neoyorkino Robert Greene, y con clamoroso éxito, según constatan las numerosas reediciones de su sello editor, Espasa. A mí me lo regaló hace años un ex alto cargo institucional al poco de su salida: «Léete esto para que sepas lo que me he encontrado ahí dentro». 

En efecto, es asombroso: con un lenguaje llano, explícito y a veces hasta bizarro, el libro relaciona las claves para el comportamiento de quien aspire a trepar a toda costa con reserva absoluta de cualquier escrúpulo. De manera maquinal se le podría calificar del Maquiavelo contemporáneo, aunque con una diferencia sustancial, aparte del valor literario: el florentino se dirigía al príncipe, es decir, al que ya gobierna para explicarle cómo mantenerse en el poder mientras Greene lo hace a quienes aspiran a llegar a él para quedarse a residir en tan confortable madriguera. Es un libro de autoayuda para maquiavélicos contemporáneos.

No estoy seguro de que se trate del manual de cabecera del jefe de Podemos en la Región, Javier Sánchez Serna, pero lo cierto es que lo regala a miembros de su aparato. Uno de ellos lo recibía hace algún tiempo en redes sociales con el siguiente comentario: «No sé si Javier me hace un regalo o me pone deberes». Sin duda, le ponía deberes.

Podemos, en coalición con IU y Alianza Verde, obtuvo en las últimas elecciones autonómicas el 4,7% de los votos en la Región de Murcia, aunque pocos meses después, subsumida su marca en la plataforma Sumar para las generales, con el añadido de Más Región, subió al 9,52%, gracias sin duda a la removilización de personalidades y sectores a los que el partido morado había ido desahuciando, lo que permitió rescatar para su escaño a Sánchez Serna, quien lideró la lista porque Murcia era una de las escasas circunscripciones españolas donde persistía una representación residual de ese partido.

Pero una vez hecho el recuento de daños y contabilizados los cinco diputados electos salvados en la patera de Sumar, sin transición alguna Podemos empezó a actuar como un satélite que pretendía disponer de luz propia en el interior de la plataforma de partidos, empezando por exigir ministerios en el Gobierno de coalición, y específicamente el de Igualdad para Irene Montero. Una pretensión que descartaba las obviedades del análisis que la había dejado fuera de las listas a consecuencia de sus errores, gravísimos, en su gestión ministerial. La ‘ley del sí es sí’, por muy bienintencionada que pareciera, trajo consecuencias contrarias a las pretendidas, y en vez de admitir la metedura de pata, Montero huyó hacia adelante poniendo en duda la independencia de los jueces que rebajaban las penas a los violadores, tildados de machistas como si no fueran los mismos que con la ley anterior habían dictado las condenas que con la nueva se veían obligados a modificar a la baja. 

La persistencia en el error, el desborde institucional, las tensiones interiores con los socialistas y un pretendido vanguardismo feminista cuyo resultado consistía en fraccionar ese movimiento pusieron muchos palos en las ruedas a la campaña electoral de Pedro Sánchez, así como a la de Yolanda Díaz, atenuado el efecto en su caso al limitar la presencia electoral de Podemos y por dejar a Montero en la reserva. Del artefacto de Unidas Podemos en la anterior legislatura sólo se salvó la gestión de la ministra de Trabajo, que dio algún lustre a la política social del Gobierno con medidas avanzadas y consensuadas, de lo que es expresiva la buena valoración que Díaz recibía en las encuestas, generalmente la más alta entre los líderes políticos.

A quienes confiaran en la lealtad de Podemos les habría bastado reparar en el trato que dieron en la Asamblea a la diputada de Equo, al boicot de la portavoz parlamentaria a su compañera de grupo en el debate electoral de las autonómicas o a la actual invisibilidad de IU y AV en el Parlamento regional. Podemos es alérgico a socios, incluso a aquellos que le ofrecen oxígeno

Estos elementos básicos de análisis se han dado por implícitos desde el sector Sumar, pero no se han expresado públicamente y menos en el interior de la coalición electoral para no acentuar la confrontación interna o tal vez porque alguna responsabilidad comparten tanto Sánchez como Díaz al no haber puesto coto en su preciso momento a las derivas extravagantes del aparato podemita

Quizá ocurra que en el espectro de la izquierda se mantenga un cierto pudor para no hacer sangre de Montero, tan maltratada por la derecha, pero los de Montero no suelen corresponder a los demás con la misma cortesía. Esta contención para no llamar al pan pan resta credibilidad a la izquierda, pues se la percibe en su conjunto acrítica consigo misma, y deja para la derecha el campo abierto de la constatación de los errores no asumidos y tan evidentes. 

Por supuesto, en Podemos no cabe la autocrítica. Ésta, si acaso, se ha expresado con un rosario continuado de deserciones, sin privarse tampoco de expulsiones de facto. El cotarro lo sigue manejando Pablo Iglesias, desde su CanalRed, donde vive la fantasía de su verdadera vocación: ser un Gran Wyoming que aspirara a la audiencia de Pablo Motos, imitando incluso el esqueleto de los formatos televisivos de ambos. Aunque, en realidad, se queda en un Aló Exvicepresidente. Desde su tele adelanta las estrategias, suministra el argumentario, ofrece las ‘exclusivas’, redunda en sus obsesiones y pone en la diana a periodistas, abarcando cada vez más medios, pues en la doctrina de su colega Echenique, «los peores son los progresistas». Este patético remate de predicador infautado ofrece una imagen paródica de aquel outsider que supo interpretar el 15M para acabar retorciéndolo y construyendo sobre él un partido de corte leninista, con sus correspondientes depuraciones hasta quedarse hablando solo. De los ‘círculos’ al círculo cerrado.

Si al principio el adversario era la Casta, al tocar poder y compartir sin contención los privilegios de ésta y la posterior caída política en picado, los enemigos salían de dentro, hasta que hoy, ya en situación agónica, es Yolanda Díaz el toro que mató a Manolete. Nada novedoso en la izquierda, que suele consumirse a sí misma en diatribas internas y objeciones personalistas de las que se derivan facciones y tendencias, pero siendo esto previsible llama la atención que sean capaces de interpretar esos papeles de manera tan desenvuelta. ¿No se dan cuenta ellos mismos del fenómeno que reproducen? Sí, claro que son conscientes, pero están tan bien abrigados en sus reductos de poder y en sus soldadas de casta que muestran la mayor indiferencia al ridículo. El problema es que con estas actitudes esparcen a su alrededor la decepción política entre aquellos que se reenganchan, a veces con entusiasmo pueril, a cualquier llamada a la ilusión renovada.

El largo, aunque rápido viaje, desde las plazas del 15M, ha concluido para Podemos en la coincidencia con PP y Vox en el voto para tumbar un paquete de medidas de Yolanda Díaz, en el caso de los podemitas con un pretexto de letra pequeña. Golpear a un Gobierno afín en precariedad parlamentaria por un matiz, en todo caso fácilmente reparable, sin ignorar que objetivamente benefician a la derecha, ya es bien indicativo del desquicie, solo explicable para el núcleo que actúa por intereses partidistas inmediatos. Al final, la competencia entre Abascal e Iglesias se va a poder medir en el nivel de tirria que ambos le tienen por distintos motivos a la vicepresidenta del Gobierno. Tantas alforjas para tan triste camino. 

El murciano Sánchez Serna es en nuestro espacio doméstico la expresión viva del gran cambiazo o tocomocho político. Me pregunto cómo se le habrá quedado el cuerpo, por ejemplo, al filósofo Antonio Campillo, exdecano de Filosofía de la UMU, que venció resistencias para incorporarse a la política institucional como candidato al Senado por Sumar, al comprobar que la participación en esa plataforma de grupos y personalidades ajenas a Podemos y con la que se salvó el escaño de la izquierda no socialista en Murcia, ha contribuido al transfuguismo político y, tras esto, a debilitar al Gobierno de coalición de izquierdas. Han tardado muy poco en remedar aquel título interpretado por Woody Allen: toma el escaño y corre al Grupo Mixto. 

Es irónico que un político como Sánchez Serna que tiene siempre en la boca la palabra fascista para calificar a cualquier crítico y que ve como cómplice de Vox a todo aquel que no cumplimenta su argumentario haya acabado siendo socio parlamentario objetivo de los abascales. Ana Rosa Quintana, a quien tanto nombran en CanalRed, estará encantada con él. Y tiene gracia que tanta caña como recibieron en la Asamblea los tránsfugas de Ciudadanos en boca de Podemos haya concluido en que el líder de este partido haya formado grupo en el Mixto del Congreso al margen de la coalición con la que obtuvo los votos que le facilitaron su escaño y su sueldo. Consejos doy que para mí no tengo. 

En la izquierda murciana, fuera del núcleo duro de Podemos, es difícil escuchar una palabra amable, antes y sobre todo ahora, sobre Sánchez Serna, un político afianzado en Madrid a las faldas de Iglesias, sin empatía fuera de su espacio ideológico, proclive a las proclamas estigmatizadoras e incapacitado para el diálogo. Un aparatista de diseño, y ya se ve que con lealtades a sus mentores antes que a sus compromisos. 

Los ingenuos que creyeron en que el Podemos tutelado por Iglesias podría ser un socio fiable en una coalición plural debieran haber estado advertidos. Les habría bastado reparar en el trato que Podemos dio en la Asamblea Regional a la diputada de Equo que compartió tiket con María Marín en el último tramo de la legislatura, ignorada y ninguneada, incluso despojada de los recursos que le correspondían, o el boicot de la portavoz parlamentaria a su compañera de grupo en el debate electoral de las autonómicas. En la presente legislatura regional, ya antes de que se produjera la operación tránsfuga en el Congreso, la diputada regional Marín, electa por Podemos-IU-AV, invisibiliza en sus intervenciones parlamentarias las siglas de cola. Podemos es alérgico a socios, incluso a aquellos que le ofrecen oxígeno.  

El silencio de IU respecto al hurto de los votos que concedieron el escaño a Sánchez Serna y la ocultación de su presencia en la Asamblea Regional solo puede entenderse por una actitud de prudencia. Su pacto electoral con Podemos incluye que en el ecuador de la legislatura autonómica dimirá el podemita Víctor Egio para que acceda su coordinador regional, José Luis Álvarez-Castellanos. Tal y como se las gastan los de Pablo Iglesias, en IU deben considerar que no es conveniente para ellos remover el avispero, a pesar de que su contribución en las generales ha volado. Sánchez Serna les ha dado el tirón del bolso, pero es mejor no meneallo: si se han ido al Grupo Mixto en el Congreso ¿qué les impediría olvidarse de su acuerdo electoral en Murcia? Con esa complicidad obligada juegan también en Podemos, a sabiendas de que a IU no le conviene poner la voz en grito.

Quienes decían venir a regenerar la vida política han acabado tomando las lecciones del manual de Robert Greene para instalarse en ella a cualquier precio. Sin ninguna vergüenza. Que Vox se lo pague

Suscríbete para seguir leyendo