Erre que erre (rock n roll)

Un caballero, ¿de verdad?

Repulsión infinita al observar cómo alguien tiene la capacidad moral para hacer negocio con un recién nacido al que no quiere vincularse más que económicamente. ¿Dónde están los derechos de ese niño al que hemos convertido en un personaje del circo de dos progenitores que no saben medir escrúpulos en sus acciones?

Bertín Osborne

Bertín Osborne / Europa Press

Jutxa Ródenas

Jutxa Ródenas

Nunca pensé que 2024 abriese el país con la portada de un medio, de entre los medios rosas y amarillos, llamados ‘respetados’, que se leen en salas de espera, en la que un machirulo se ríe hasta de su sombra, negando, con la hombría del Iscariote mayor del reino, la responsabilidad que implica un compromiso adquirido por dos.

Se invierte demasiado tiempo en salas de espera, lugares casi siempre lúgubres, abastecidos con incómodas sillas y cuadros vistos en el hiper Asia, dónde la rutina del que espera, varía mínimamente. A veces, puedes percibir la sensación de ansiedad y miedo de quien da la vez. Cuánto ganarían esas habitaciones si alguien las colmase con una estantería plagada de libros para ahorrarnos estos titulares en revistas patrias de corazón. Y cuanto ganaría la humanidad si las mujeres activasen el radar que las aleja del que no tiene la más mínima intención de plantarse, a pecho descubierto, ante las consecuencias de sus actos.

Me he esforzado en entender que, tal vez, le han querido hacer padre sin su consentimiento. Pero él, tan pro-vida, tan cabal y casi adalid de la moral cristiana, se despoja de su capa bermellón hipocresía y decide, a los pies del paritorio dónde un hijo tan suyo como el de la madre está asomando, hacer alarde de una paternidad alarmantemente tóxica. Y por supuesto, a golpe de cheque, nos cuenta cómo tiene pensado no actuar de progenitor, tirando por tierra y sin remordimientos todo lo que una doble moral es capaz de admitir. La sensibilidad de algunos no soporta el dolor que supone el abandono de bebés, hasta el punto de olvidarse de ellos para no sufrir, hay gente así de bonachona (léase la ironía).

Si quieres embriaguez, acepta también la resaca.

Repulsión infinita al observar cómo alguien tiene la capacidad moral para hacer negocio con un recién nacido al que no quiere vincularse más que económicamente. ¿Dónde están los derechos de ese niño al que hemos convertido en un personaje del circo de dos progenitores que no saben medir escrúpulos en sus acciones?

De nuevo, nos hacen pensar que en la realidad de esto que es la maternidad, la mujer siempre pierde. Por eso, no está de más permitir que, esta vez, haya tenido el privilegio de decidir.

Qué innecesario eres Bertín Osborne, qué innecesario eres tú y los que son como tú, metáfora viva de una ideología profundamente machista en la que, además de publicar discos, los llama Yo debí enamorarme de tu madre, una joya este señor.

Suscríbete para seguir leyendo