Nos queda la palabra

Miguel

El Ayuntamiento de Orihuela ha suprimido el Premio Miguel Hernández de poesía, como si tuvieran otro vecino más ilustre al que recordar, reivindicar y, ante todo, recitar

El poeta Miguel Hernández

El poeta Miguel Hernández / Fundación Miguel Hernández

Julián García Valencia

Julián García Valencia

«Porque soy como el árbol talado que retoño: aún tengo la vida». No sabía Miguel Hernández que íbamos a asistir a un nuevo intento de enterrar y embarrar su memoria de manos de los mismos que lo condenaron a muerte. Su Ayuntamiento de Orihuela ha suprimido el Premio Miguel Hernández de poesía, como si tuvieran otro vecino más ilustre al que recordar, reivindicar y, ante todo, recitar.

En otros lares, como en Madrid, agreden físicamente. En nuestra propia Lorca entran en esta misma semana en su gobierno municipal ensuciando la palabra libertad. En todos, siembran el odio.

En la vecina ciudad alicantina, la bofetada en la cara del poeta cabrero, que tantos vínculos mantuvo con la Región de Murcia, la recibimos todos, aunque no sea nueva. Con anterioridad, el legado de Miguel Hernández fue, por los mismos motivos espurios, desterrado de su cuna. Hoy el barrio de San Isidro, que se convirtió en el homenaje de toda España al poeta, ve como sus murales se van desconchando fruto del abandono y la desidia.

De prolongarse la misma narrativa, asistiremos a la tala de la higuera y al derrumbe de la casa que lo vio nacer.

Por él y, ante todo, por nosotros. Por la libertad bien entendida. Y porque, por muchos intentos de acallarle, su voz no cesará, este articulillo alcanza su máxima expresión literaria:

«Para la libertad sangro, lucho, pervivo.

Para la libertad, mis ojos y mis manos,como un árbol carnal, generoso y cautivo, doy a los cirujanos.

Para la libertad, siento más corazones que arenas en mi pecho dan espuma a mis venas; y entro en los hospitales, y entro en los algodones, como en las azucenas.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan, ella pondrá dos piedras de futura mirada, y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño, reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida; porque soy como el árbol talado que retoño: aún tengo la vida».

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