Oriente Próximo

Cuando la receta es matar y matar

Netanyahu insiste que la guerra se puede prolongar por lo menos hasta junio. Tiempo de sobras para doblar la cifra macabra de muertos en Gaza y para que se cuenten por decenas de miles los niños que no llegarán a adultos

Una casa destruida en Gaza tras un bombardeo de Israel

Una casa destruida en Gaza tras un bombardeo de Israel / DPA / EUROPA PRESS

Sergi Sol

Hay que seguir matando. Es la receta para mejorar la situación en Tierra Santa. Receta ancestral, eso sí. Porque vamos ya camino de un siglo de matanzas sin fin en Palestina o Eretz Israel como gustaba decir a Menachem Begin, quien fuera líder de los milicianos del Irgún y luego del Likud. Hasta el punto que llegó a ser primer ministro y simultáneamente Premio Nobel de la Paz. 

A los milicianos de Hamás una vida más o menos les trae sin cuidado. Llevan matando desde que fueron alumbrados para debilitar a la OLP, para luego combatir los Acuerdos de Paz que protagonizaron Rabin y Arafat. Ambos también premios Nobel de Paz. A uno lo asesinó un ultranacionalista judío descerebrado. El otro tampoco sigue en este mundo. Su muerte sigue dando que hablar por si fue envenenado. No por parte de Hamás, demasiado sutil. Hamás es más a lo bruto. Ya se vio el pasado 7 de octubre. Perpetraron una matanza antológica. 

Cuenta Menachem Begin en La rebelión que el Irgún -responsable del célebre atentado del Hotel Rey David- siempre tuvo clara una premisa: no matar a niños. «Creo que el amor a los niños es el patrón con el que se miden los sentimientos humanos», afirma Begin. Lo escribió, también, para ensalzar la lucha guerrillera en América Latina. 

Pues bien, el Ejército israelí lleva ya más de 20.000 muertos en Gaza desde el 7 de octubre. Muchos miles son niños. La mitad, según algunas fuentes. Y Netanyahu insiste que la guerra se puede prolongar por lo menos hasta junio. Tiempo de sobras para doblar la cifra macabra de muertos en Gaza y para que se cuenten por decenas de miles los niños que no llegarán a adultos. Son daños colaterales. Claro está. Para preservar un bien superior que se supone debe ser la paz. Y, por supuesto, la seguridad de Israel. O sea, la receta de la paz seguirá siendo matar. Como que muerto el perro muerta la rabia, parece ser.

Que estos milicianos de Hamás son capaces de cualquier atrocidad en su lucha sin cuartel para acabar con el Estado de Israel es de sobras conocido. De lo que también parece que no hay que albergar demasiadas dudas es de la humanidad de la guerra que libra el Tsahal en Gaza. Bomba tras bomba hasta que no quede edificio en pie ni presunto miliciano de Hamás con vida. 

Tras esa heroica misión, llegará la Paz. Y una solución justa para resolver el conflicto que sacude Tierra Santa. 

Sin duda.

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