Las fuerzas del mal
Desdén con desdén
Cuando se hace un chiste a costa del otro corremos el peligro de que el otro coja ese mismo chiste y nos lo tire a la cara, como ha hecho Sánchez con el epíteto de perro o la propia Ayuso con el de fascista
Cuéntame ese chiste de «me gusta la fruta», ha venido a decir Óscar Puente, y ahora te lo cuento yo a ti, a ver si te hace gracia. Ha tenido lugar en redes, donde el vallisoletano ha ejercido de alcalde de pies en la tierra y trata el desdén con el desdén, hasta tal punto que Isabel Díaz Ayuso ha hecho llamadas a la cordura. Invocar el raciocinio, la lógica, la madurez, precisamente quien no hace gala de ella en su día a día puede ser un síntoma de que Puente ha sido el que le ha tomado, por fin, la medida a la presidenta madrileña, tratándola con las mismas contemplaciones que ella ejerce con el resto. Esto sólo se puede hacer cuando se le ha explicado a Isabel por activa, por pasiva, por perifrástica y con dibujos de preescolar que esa no era la manera de comportarse, y ella ha seguido haciéndolo, porque no estaba discutiendo con su oponente político sino lanzando mensajes a la galería.
Al ponerla en evidencia con sus mismas armas, sin quedar de zafio, tan solo lo justo, lo hace usando el mismo chiste que hace reír o exaltar a la bancada contraria. Es el acto segundo de aquella frase de «señor Feijóo, de ganador a ganador...» que tuvo su efecto, precisamente, porque Feijóo se había puesto la vitola de ganador, con toda la solemnidad de los perdedores que no admiten su derrota, usando esa solemnidad en todos los foros posibles. Hace falta un temple especial, una sangre fría, un cierto tono de voz lento, modulado sin sonar chulesco que vaya clavando el cuchillo verbal en el costado sin mucha floritura, mientras observa como el oponente se desangra, herido con la misma idéntica daga, esa de ganador, esa de me gusta la fruta, sólo con esa, sin inventar otra, con la que quiso herir al contrario.
Cuando se hace un chiste a costa del otro corremos el peligro de que el otro coja ese mismo chiste y nos lo tire a la cara, como ha hecho Sánchez con el epíteto de perro o la propia Ayuso con el de fascista, diciendo con todo su cuajo que «cuando te llaman fascista es porque estás en el lado correcto de la historia». Por eso una de las primeras reglas del humor es reírse con la persona, no de la persona, porque no sabemos si nos vamos a encontrar con alguien de igual ingenio o mejor ingenio que nosotros, y si no tenemos gracia ninguna mejor y queremos asestar un golpe, tenemos que hacerlo cuando creamos que no hay respuesta posible.
En la conversación política intervienen muchos actores y es cierto que la actitud de Óscar Puente abre camino a la escalada y no conduce a ningún debate constructivo, pero es que, de partida, parece que no hay deseo que ese debate exista, tan sólo usar el intercambio para colar la consigna. La única esperanza que queda es que usando exactamente lo mismo, eso de ganador, eso de me gusta la fruta, eso de perro, eso de fascista, los ánimos se calmen y se reconduzca la conversación. A ver si estamos a tiempo.
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