Noticias del Antropoceno

Rumbo a Londres para ver a mis nietos

Dionisio Escarabajal

Dionisio Escarabajal

Wilfred Owen, un conocido poeta y soldado británico, escribió: «Aquellos que no tienen esperanza pasan su vejez envueltos en una oscuridad interior». Y es que cuando ya estás un poco de vuelta de todo, y hacer nuevos amigos y conocer otra gente te resulta casi un ejercicio insoportable, es importante tener algo a lo que aferrarte para no dejarte arrastrar por esa oscuridad interior de la que habla el poeta. Conforme te adentras inexorablemente en la senectud, tu horizonte vital se acorta y te asalta la tentación de la desesperanza y el descreimiento.

Afortunadamente en mi caso, y en el caso de algunos de mis amigos, los hijos de nuestros hijos nos abren una perspectiva luminosa y esperanzadora en ese horizonte vital. Disfrutamos de los nietos porque son la inocencia pura, libre de la pesada carga de la paternidad, y una promesa viviente de cualquier brillante futuro para ellos que se nos pase por la imaginación. Al final de la vueltas y revueltas de camino que constituyen el curso de una vida, adquieres la certeza de que la felicidad se asienta en dos pilares extremos: tu propia infancia y el inmenso disfrute de la infancia de tus nietos.

En unos días pondré rumbo a Londres a pasar las fiestas navideñas con mi hija, su marido y mis nietos, que son tres y responden a los nombres de Clara, Oliver y Sarah respectivamente. Clara es la mayor, con nueve años, y ha dado muestras s fehacientes de una gran capacidad para el canto, la música y el baile. Por su parte Oliver, el mediano de 7 años, es un niño que se deleita leyendo cosas como el Libro Guinnes de los Records y también es muy activo físicamente. Por último, Sarah, con sus casi cuatro años, es una niña coqueta, cariñosa y monísima donde las haya. 

Y si tienes la impresión al leer esto de que un hilo de babilla se desliza por mi mentón, lo único que te deseo es que puedas experimentar algún día el torbellino de sentimientos positivos que genera en un abuelo el encuentro con sus nietos. No hay en este mundo mayor esperanza que verlos crecer y mejor suerte que acompañarlos en un indefinido tramo de su propio camino vital, hasta que el inevitable destino de toda naturaleza humana te separe para siempre de ellos.

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