Limón&Vinagre

Taylor Swift: La reina Midas

Como el rey Midas de la mitología, todo lo que Taylor Swift toca, lo convierte en oro

La artista Taylor Swift, en el Festival Internacional de Cine de Toronto, el 9 de septiembre de 2022.

La artista Taylor Swift, en el Festival Internacional de Cine de Toronto, el 9 de septiembre de 2022. / Valerie Macon / AFP

Jorge Fauró

Jorge Fauró

Diciembre es un mes anómalo para las listas de éxitos. En lo más alto siempre aparece Mariah Carey y su All I want for Christmas is you. La neoyorquina se embolsa cada año 2,5 millones en moneda americana facturados en Navidad por una composición del año 94. La piececita lleva generados 60 kilos por derechos de autor. Aunque solo las regalías le permitirían a Mariah comprar cada año un piso en Serrano o en el paseo de Gràcia, la cifra es calderilla para Taylor Swift, reina sin rival de todo este tinglado. Como el rey Midas de la mitología, lo que toca lo convierte en oro. Luego les cuento por qué, ahora sigamos con los villancicos.

A partir del Día de Reyes, la canción de Mariah (pronúnciese Meraia) desaparecerá de las listas -lo mismo que el sacarinazo ese de Last Christmas de George Michael- hasta que vuelva a emerger exitosa el diciembre siguiente. Entonces, a los primeros puestos regresarán los habituales de la última época: Bad Bunny, Raüw Alejandro, Bizarrap… y Taylor Swift (Pensilvania, 34 años el día 13 de este mes). Raperos y reguetoneros se van de vacaciones con sus cadenas de oro reforzado y dejan sitio a los villancicos… y a la chica de portada de Time, que la ha elegido persona del año. Taylor no se apea de los 10 primeros lugares de la pole position ni en Navidad. Busquen por Top 50: global. Diez de las 50 canciones más escuchadas de Spotify mientras usted lee este artículo tienen que ver con Papá Noel, la Nochebuena y las campanas, clasicazos de décadas pasadas o revisados por la túrmix de nuevas regrabaciones, lo habitual. Y ahí está Taylor para quebrar la tradición con Cruel Summer, de su álbum Lover (2019), con solo tres millones de reproducciones diarias menos que Meraia.

En un mundo tan globalizado, tan virtual, tan de mercadotecnia (pese a que pueda parecer otra cosa, el marketing sigue siendo algo artesanal, hace falta alguien que piense y lo escriba primero en un papel o en una pantalla, luego ya veremos), nunca sabremos en qué proporción Madonna es quien es por su calidad como artista o por la inteligente labor de mercado que ha trazado en los últimos 40 años. ¿Compartirían mesa Chrissie Hynde o Deborah Harry con Louise Ciccone si hubieran tenido la misma promoción? Ni Chrissie ni Debbie fueron personas del año de Time. Tampoco la intérprete de Like a virgin, pero si una publicación tan prestigiosa que en los últimos 30 años solo ha honrado con ese título a seis mujeres (incluidos la generalidad del movimiento #Metoo, la invisible Kamala Harris -¿alguien la recuerda?-, Greta Thunberg o Angela Merkel), es que lo de Taylor Swift va en serio y su impronta trasciende su condición de compositora.

Porque Taylor Swift (17 años de carrera, 250 canciones compuestas por ella misma) no concede entrevistas, no habla con los periodistas, publica un solitario tuit cada tres o cuatro días, los bostezos de su agente de prensa se escuchan en medio planeta, no se lo monta con un sacerdote en su último videoclip (no es Madonna, vaya). Y, sin embargo, rebasa el canon de artista. Las entradas para su concierto de 2024 en el Bernabéu iban (porque se agotaron en minutos) de los 70 a los 600 euros. Hay reventa por 6.000. Su nombre sale tanto en las páginas de sociedad y cultura como en las de economía.

Mil millones en ingresos

Qué lejanos los tiempos de aquella foto del millón de dólares de 1956 (calderilla otra vez) en los estudios Sun Records, con Elvis Presley, Johnny Cash, Carl Perkins y Jerry Lee Lewis alrededor de un piano. Swift es una caja registradora. Veamos: los 1.020 millones de euros ingresados en el último año han contribuido a sostener la economía estadounidense, según la Reserva Federal; 26.100 millones de escuchas en plataformas en 2023; una base de fans de 475 millones de seguidores; influencia en el mercado bursátil por venta de entradas; ciudades donde no queda una sola plaza hotelera al paso de sus actuaciones; un volumen económico de 5.500 millones de dólares producidos por su última gira, aún en ruta. Etcétera.

A los tópicos habituales (inteligente, brillante, sexy, etc.) añádanle lo más importante: su talento para la composición y la puesta en escena. No es Britney Spears, no es Anastasia, no es Christina Aguilera. Taylor no está de paso. La joven que comenzó haciendo country recibió en mayo del año pasado, a sus 32, el doctorado honoris causa por la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Nueva York. Allí dijo: «La mala noticia es que tu futuro depende de ti y la buena noticia es que tu futuro depende de ti». En ambos casos, el futuro es suyo.

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