Tribuna libre

Los enemigos del soterramiento tratan de escribir su antihistoria

Llegada en superficie sin soterramiento.

Llegada en superficie sin soterramiento. / Antonio Contreras

Joaquín Contreras

Desde que Ana Pastor y Ramón Luis Valcárcel tuvieron la ocurrencia de querer traer el AVE en superficie allá por 2012 posponiendo el soterramiento para cuando hubiera recursos, Murcia ha sufrido un verdadero acoso para llevar a cabo tamaña operación que nos habría puesto en la misma situación que Valladolid, partida en dos por el ferrocarril de manera irreversible. Desde entonces hasta la moción de censura en la que Pedro Sánchez desbancó a Rajoy de la Presidencia del Gobierno, han sido 6 años de lucha ciudadana pacífica en la que el PP ha tratado de pasar por encima de la voluntad popular, cuya página más evidente fue los más de 50.000 ciudadanos que el 30 de septiembre de 2017 llenaron el eje Sur-Norte de la ciudad para decirle a nuestros gobernantes que, antes que el AVE, Murcia quería el soterramiento. Los acosadores de aquellos duros años tienen nombre y apellidos y uno era alcalde de Murcia y otro delegado del Gobierno. El cambio de Gobierno central y la figura de Diego Conesa como nuevo delegado del Gobierno trajeron la paz al entorno del acceso ferroviario a la Estación Murcia del Carmen. Y finalmente el soterramiento empezó a hacerse realidad. El AVE llegó a Murcia como tenía que llegar, soterrado, como rezaba el lema de la Plataforma ProSoterramiento: «No al AVE sin soterramiento».

Esa es la historia de la llegada del AVE a Murcia, que realmente era la llegada del Corredor Mediterráneo, un ferrocarril en sentido Este-Oeste que de manera irracional fue aprovechado para traernos un tren de alta velocidad en sentido Norte-Sureste puesto que habría de unir Madrid con Murcia, tras un pacto de San Esteban en 2001 en el que nuestra Región fue ninguneada por obra y gracia de Álvarez Cascos y Valcárcel, secundados por Gallardón, Bono y Zaplana que sí defendieron los intereses de sus regiones.

La mínima dosis de prudencia y coherencia debería llevar a estas tres nefastas personalidades (ferroviariamente hablando): Valcárcel, Ballesta y Bernabé, a eludir protagonismo alguno en cuestiones relacionadas con el soterramiento en Murcia y el ferrocarril histórico Cartagena-Chinchilla, y lo más coherente por su parte sería ‘ponerse de perfil’ en tales asuntos.

Pero no, sin sonrojo alguno, se atreven a pretender ser protagonistas en un asunto que debería ruborizarlos, puesto que ellos han sido el elemento más duro a batir en el soterramiento de Murcia, los verdaderos enemigos del soterramiento, como Valcárcel fue el enemigo primero de la línea histórica Cartagena-Chinchilla, fruto de aquel maldito Pacto firmado en el Palacio de San Esteban un 5 enero de 2001. Y hoy por hoy, teniendo en su suelo las vías del ferrocarril histórico Murcia-Madrid, los habitantes de Cieza, Abarán, Alguazas, Las Torres de Cotillas ... tienen que venir a la capital a coger el tren de Madrid, porque aquel ferrocarril histórico no ha tenido políticos ni gobiernos que lo defiendan.

Esta es la dura historia del ferrocarril en nuestra Región. Y hay quien pretende cambiarla: uno yendo a Valladolid a ufanarse de un soterramiento que se hizo a su pesar, pues él mismo quiso evitar y eludir, y otro que después de acosar con multas y represión inapropiadas a los vecinos del sur que defendían el soterramiento, dilapidando más de 2 millones de euros en policía, se atreve a calificar de enemigo de los soterramientos al nuevo ministro de Fomento, cuando tal calificación nadie más que él la tiene mejor ganada: enemigo del soterramiento, amén de Paco el Uvas, por aquel primer burdo intento de engañar a los murcianos.

Puro surrealismo político escenificado en beneficio personal que no cuela por mucho que lo intenten. No, la historia del soterramiento en Murcia está escrita en letras de represión, y los represores no pueden convertirse en algo más ni menos que lo que fueron. Testigos haylos y algunos no vamos a dejar de dar testimonio le pese a quien le pese. Aquí y en Valladolid.

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