Achopijo
Tetris
Fenómeno de convergencia. En el idioma de la historia propia, un ‘magdalenas’ de libro fue a ver el otro día casi entera Tetris, la peli que nos cuenta los inicios del videojuego, y llegar a casa de mis padres y que mi hijo Lucas tuviera en sus manos la Game Boy con el Tetris dentro. Mi madre lo había guardado en cajón y ahí volvía, tres vidas después, ha aparecer aquella cajica mágica que nos inició el gaming. «¡Magdalenas!», dijimos a la vez mi compañero hermano de piso murciano en Pamplona, Oliva, un día de compras en un Aundía del barrio de Iturrama cuando ya habíamos llenado el carro y nos quedamos mirándonos a los ojos dos minutos frente a la caja. Fenómenos de convergencia. No se puede jugar a ‘Magdalenas’, pero cuando pasa es maravilloso. Es como cuando caes en un parecido razonable que tienes ahí dando vueltas mientras el tipo o la tipa te habla de algo y te sientes Homer Simpson buscando el nombre.
Cada vez recordamos menos. Disculpen que les incluya en el plural, pero así es más cómodo. El otro día salió Bradley Cooper en la tele y no recordaba su nombre. Qué lucha infernal. Saber quién es, quererle, casi amarle, como a un hermano o mejor amigo, y tener que recurrir a Google para recordar su nombre. Pero esto iba del Tetris. Mira que hay jueguecicos de móvil parecidos. Así de bloques marrones que se destruyen. Pero no. Ninguno supera al original Tetris. En la peli se ve cómo entre un americano y un ruso dan con la clave del juego. Idean juntos que desaparezcan todas las filas cuando completas varios espacios a la vez, no solo una fila, como era originalmente. El placer de dejarte ocho filas para la barrica roja y que salgan dos seguidas y quedarte a cero es el objetivo final de la vida, en el Tetris, y en todo, supongo.
La barra roja es como una aspirina. Cae y todo lo demás desaparece. Un americano y un ruso en Moscú, en un Tetris hecho con paréntesis. Belleza nos ha dejado la vida en inusitadas escenas. La Game Boy se enciende, pero no funciona el juego. Toca buscar algún friqui genio que sepa arreglar gameboys, que lo habrá. Porque está prometido que la arreglamos y que volveremos a jugar. Quien sabe si no es el momento de volver a sacar una Game Boy, pero tal y como fue. En algún momento tendremos que darnos cuenta de que los noventa fueron los mejores años del ser humano y empezar a replicarlos, antes de que la IA nos devore. Hasta la visión del futuro de los 90 era mejor que la realidad. Nos hemos quedado sin aeropatines, pero los Beatles pueden estrenar un tema nuevo. No sé. La convergencia sideral ha puesto ahí el Tetris, como una llamada de auxilio desde alguna dimensión tipo Interstellar, como un «Magdalenas» agónico. ¿Algún sitio para reparar gameboys? Juguemos al Tetris. Vale.
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