Inmovilidad

El centro de Murcia se convierte en el ombligo de las fiestas navideñas, mientras barrios y pedanías vuelven a quedar en el olvido

Barreras en el paso a nivel del Rollo. 1963.

Barreras en el paso a nivel del Rollo. 1963. / Foto: Archivo TLM

Miguel López-Guzmán

Miguel López-Guzmán

Nos llevan acelerados, haciendo que el calendario cada vez sea más corto, o por lo menos lo parece. En octubre comenzaron los anuncios de colonias y perfumes, anuncios cada vez más sofisticados con tíos cachas y señoras de buen ver, heraldos de una navidad que ya está aquí.

Los políticos se apresuran en el encendido de las luces navideñas (el alcalde de Vigo las deja todo el año y se muestra ufano de ser la ciudad más navideña como mínimo de Europa). Cuando el alcalde socialista Serrano dirigía los destinos municipales, el personal se quejaba de que Murcia estaba oscura como boca de lobo en fechas tan señaladas. El alcalde Ballesta, huyendo de tan tenebrosa decisión, inauguraba el viernes el árbol de luces y la iluminación navideña que tanto gustan a los pequeños comerciantes, desbordados estos por la competencia del comercio online.

El centro de Murcia se convierte en el ombligo de las fiestas navideñas, mientras barrios y pedanías vuelven a quedar en el olvido.

¡Ah, las pedanías!… Qué lejos quedan ya los días de promesas de los políticos cuando buscaban los ansiados votos. Ir a Murcia capital se ha convertido en toda una aventura. El caos de tráfico generado por el infame Plan de Movilidad aparca a los mayores en la mesa de camilla. Sí, los mayores no montan en bicicleta, ni en patinete eléctrico, suelen ser pasajeros de autobuses urbanos, los mismos que llegan con retraso injustificado de forma continua tras el plantón en sus paradas y sufren una amortiguación más propia de un camión de ganado que de un transporte para personas. ‘Buses’ cada media hora, para trayectos que hace unos meses eran de quince minutos y ahora, gracias al maravilloso Plan, realizan el mismo trayecto en una hora. Qué decir de los universitarios que residen en pedanías, ni un solo ‘Bus’ directo que los lleve hasta el Campus de Espinardo, pequeñeces a fin de cuentas.

No, no se les ocurra coger su coche. El Paseo Corvera, Villacis, Alejandro Seiquer, Puerta Nueva hasta Gran Vía Salzillo son toda una trampa de retenciones sin solución. Calles estrechas e inadecuadas para tal volumen de tráfico han sido la solución para un ‘Plan de Inmovilidad’ (debería de denominarse así) que nos ha devuelto al coche de San Fernando, unas veces a pie y otras andando. Aparcar es un imposible, y si lo hace en un parking, prepare el bolsillo.

Rotondas endemoniadas, como en la carretera de Santa Catalina, la que preside una muela, en la que por falta de semáforos se producen accidentes un día sí y otro también. Una autovía colapsada en horas punta, peligrosa, saturada y que nació estrecha.

Sí, desplazarse a la capital desde una pedanía se ha convertido en toda una aventura sin horario, todo un reto a la puntualidad y a la eficiencia. El señor alcalde debería de subir a un autobús cualquiera y preguntar a los usuarios del transporte urbano o interrogar a los conductores a pie de semáforo en la Gran Vía su opinión acerca del maravilloso ‘Plan de Movilidad’.

Se acerca la Navidad, con sus arbolitos de luces y la decoración navideña ya viste las calles más céntricas y transitadas que iluminan tan entrañables fiestas en Murcia. En algunas pedanías un sobrio luminoso confeccionado con obsoletas ‘peras’ felicitará la navidad por llegar como mucho.

Las promesas electorales quedaron en el olvido, como siempre. Tómelo con paciencia y venga a Murcia andando gracias a una gran ocurrencia.

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