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Meg Ryan: Los ojos que miraron a Harry

Meg Ryan y Billy Cristal, en la famosa escena de 'Cuando Harry encontró a Sally'.

Meg Ryan y Billy Cristal, en la famosa escena de 'Cuando Harry encontró a Sally'. / El Periódico

Josep María Fonalleras

La historia de Meg Ryan podría explicarse en el lapsus que va de un orgasmo fingido a un explícito orgasmo. Es decir, entre 1989 y 2003. Entre la famosa escena en el Katz Delicatessen de Manhattan, con Billy Cristal, y la escena en la cama del detective Mark Ruffalo, también en Manhattan.

En la primera (Cuando Harry encontró a Sally), Meg Ryan demuestra a un atónito Cristal que las mujeres pueden, efectivamente, fingir el placer, y lo hace en medio de la cafetería, mientras están almorzando. De repente, empieza a jadear y a ejecutar movimientos espasmódicos, golpea con contundencia sobre la mesa y llega al clímax. Después, tranquilamente, coge los cubiertos y sigue comiendo, como si nada. Una mujer que se sienta a su lado se dirige a la camarera y le dice: «Póngame lo mismo que aquella chica». Es, quizá, la escena de «sexo» más divertida de la historia, en una película de la gran Nora Ephron, que todavía se conserva como una de las más lúcidas comedias románicas (romcom) que se han filmado nunca. En la segunda, una Meg Ryan desbocada, ahora sin testigos, entra en una espiral de pasión con un Ruffalo también atónito (En carne viva) mientras investigan un oscuro asunto criminal. De Ephron a Jane Campion, de la dulce chica que enamoraba a todo el mundo a medio camino de la locura juvenil, de la limpieza de corazón y del amor romántico, a la femme fatale que no ahorraba esfuerzos ni jadeos reales ante un actor que después confesó estar asustado porque, mientras rodaba, tenía detrás al fantasma de Russell Crowe, que entonces era la pareja de Ryan en la vida real, tras la separación con Dennis Quaid.

Comedias románticas

In the cut (En carne viva) presentaba a una Meg Ryan del todo diferente a la que estábamos acostumbrados a ver y la película (que no está mal y que recibió críticas elogiosas y también diatribas feroces) significó para la actriz un antes y un después. Nunca volvió a ser vista como la heroína que fraguó Nora Ephron. Desde la Sally que contaba su historia romántica con Harry, a la intrépida librera que luchaba por su pequeño negocio mientras se enamoraba, sin saberlo, del dueño de la competencia (Tienes un e-mail) en la antigüedad plácida de internet cuando los módems parecían máquinas de tren, pasando por la tierna fijación por un padre viudo con un niño pequeño que le busca novia (Algo para recordar). Es cierto, como dice ella misma, que ha rodado más de 30 filmes y que solo hay siete que se puedan considerar comedias del tipo «chico conoce a chica» con final feliz, pero el hecho es que la imagen de Ryan, en los años 80 y 90, se convirtió en el símbolo diáfano del enamoramiento de tonalidades pastel con diálogos memorables y guiones casi perfectos. Una imagen que consistía, básicamente, en cárdigans beige, americanas holgadas, faldas acampanadas, pantalones anchos con pinzas, mocasines y sombreros de bombín.

Retiro a California

Después de aquello, de aquella Meg Ryan desnuda que desmontó el mito, participó en unas cuantas películas, pero ninguna triunfó, ni siquiera la primera que dirigió (Ithaca), un relato de la Segunda Guerra Mundial, protagonizada por ella misma y por el hijo que tuvo con Quaid. Se convirtió en diseñadora de interiores en Nueva York, se retiró (millonaria) a California y, desgraciadamente para muchos de sus fans, se operó, con una cirugía que afectó a los labios y los pómulos, pero que no pudo derrumbar aquella mirada inquieta y juguetona de los mejores tiempos.

Ahora, Meg Ryan ha vuelto. En Estados Unidos, a través de TikTok, se ha impuesto una tendencia, con cientos de miles de seguidoras, que consiste en reivindicar el estilo de la actriz. Lo llaman ‘Megaissance’ (como una especie de «renacimiento de Meg») y, bajo el epígrafe ‘Meg Ryan fall’, un montón de mujeres se visten como ella, aprovechando que el otoño es, por supuesto, la estación ideal (la combinación de colores ocres, granates y anaranjados) para hacer este tipo de cosas. Una escritora americana, Zöe Rose Bryant, ha dicho que es la misma sensación que debieron tener los discípulos de Jesús cuando le vieron aparecer después de morir en la cruz. Ryan ha estrenado una nueva película (Whats happens later, Lo que sucede después), en la que se pregunta qué pasaría si te vuelves a encontrar por causalidad, 30 años después de la separación, con el amor de tu vida, que no es sino David Duchovny (el de Expediente X). No hay orgasmos de ningún tipo, pero sí, todavía, la «libertad incandescente» (como ha dicho una amiga) de los ojos que miraron a Harry.  

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