Crónicas de Titirimurcia

El anticristo entre nosotros

Las consecuencias de este monstruo tecnológico están muy claras, creemos que nos facilitan la vida y el trabajo, pero la realidad es muy diferente: acaban con el empleo, fomentan la delincuencia, convierte a la gente en inútiles incapaces de desarrollar un trabajo de verdad e incluso de comunicarse entre ellos

Antonio López

Antonio López

Hace bastantes años, quien fuera la primera directora de la Galería Marlborough en Madrid, Mari Cruz Bilbao, me invitó a una demostración en directo de una cosa llamada ‘internet’. Unos señores que venían de Estados Unidos nos enseñaron a través de un ordenador cómo podía comunicarse uno con alguien que estuviera muy lejos en cuestión de minutos, en aquel momento apenas había páginas web, pero ya podías entender de qué iba aquello. La verdad es que yo no comprendí del todo el nuevo invento, pero un par de años después lo instalé en mi galería y entonces sí entendí plenamente el alcance de aquella cosa con la que podías viajar por el mundo de la información sin moverte de tu casa. En poco tiempo, aquello progresó de forma increíble, ya había miles de páginas web y parecía inevitable subirse al carro de la última modernidad.

Cuando realmente comprendí la dimensión de aquel invento, lo primero que vino a mi cabeza fue el paralelismo entre las tres WWW de internet y los tres 666 del anticristo, el número de la bestia, según la Biblia y la propia historia del cristianismo. Solo fue una idea, por lo que tampoco le di una excesiva importancia y seguí con mi vida en la que cada vez era más importante internet como medio de información y comunicación. El correo electrónico acabó literalmente con el fax, un aparato imprescindible hasta aquel momento, todas las instituciones públicas y poco a poco también las privadas construyeron sus páginas web y las enciclopedias dejaron de ser de papel para ser virtuales y así sucedió con todo, se compraba y vendía, se hablaba, se ligaba, todo lo que se te ocurriera se podía hacer en lo que se llamó la ‘autopista de la información’, pero según se fue extendiendo, resultó que no todo era tan bonito como parecía, el mundo de la delincuencia se instaló en la red, la pornografía, las estafas, los robos, la prostitución, la pederastia y cuantas maldades sean posibles encontraron su lugar en este nuevo mundo digital.

Hábitos y costumbres fueron cambiando, nuevas ocupaciones llegaron a las vidas de la gente, influencers, tiktokers, instagramers, toda una legión de inútiles y descerebrados que se hicieron ricos colgando fotos haciendo el gilipollas en lo que pasó a llamarse ‘redes sociales’, que no eran más que una serie de páginas gigantescas donde todos estos retrasados encontraron su lugar de promoción. Como consecuencia, estos ‘listos’ se hicieron multimillonarios, y aún más los que se dedicaron a vender online: una empresa como Amazon ha destruido más del 15 % del comercio desarrollado por pequeñas empresas en todo el planeta.

Las consecuencias de este monstruo tecnológico están muy claras, creemos que nos facilitan la vida y el trabajo, pero la realidad es muy diferente: acaban con el empleo, fomentan la delincuencia, convierte a la gente en inútiles incapaces de desarrollar un trabajo de verdad e incluso de comunicarse entre ellos. ¿Es este el futuro que nos espera? No lo crean, nos tienen preparado algo mucho peor, la inteligencia artificial, si vieron la película Terminator de Arnold Schwarzenegger, ya saben cómo termina esta historia.

Mientras tanto, el hijo del diablo nos sigue atormentando con la tortura de tener que soportar a toda esa manada de tarados bailando en TikTok, enseñando la tableta en Instagram o presumiendo de ropa y complementos en Facebook. Solo nos queda rezar y esperar a ver qué pasa.

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