Verderías

Comienza el estallido derrochador de la Navidad

En complemento a la auténtica felicidad navideña, compraremos, consumiremos, gastaremos y regalaremos en volúmenes inmensos

Las luces de Navidad en la Gran Vía de Murcia.

Las luces de Navidad en la Gran Vía de Murcia. / Israel Sánchez

Herminio Picazo

Herminio Picazo

Les aseguro que a mí también me gusta la Navidad, con sus luces, su ambiente, su felicidad familiar y sus mazapanes de Moratalla. Pero algo en mi interior se revuelve en estas fechas en las que a partir del reciente invento diabólico del ‘Black Friday’ todo es locura de gasto, de derroche, de consumo energético y de consumo.

Se dispara la maquinaria comercial. Comienza el estallido del derroche. En complemento a la auténtica felicidad navideña, compraremos, consumiremos, gastaremos y regalaremos en volúmenes inmensos. Las luces, las canciones y la belleza de las calles ornamentadas estimularán nuestra salivación por la compra al modo en que salivan los perros de Paulov. Las luces de navidad en las calles, cada vez más densas y potentes; los árboles ornamentales en las plazas (de metal, no reales) más altos cada año; los alcaldes concursando para ver quien la tiene más grande (la Navidad); los comercios que se vuelven locos deslumbrando al personal con luces, músicas y floripondios.

El consumo cabalga en Navidades a lomos del caballo siempre ganador de los buenos deseos de la gente, aprovechando legítimamente de forma comercial la natural tendencia de todos los que en esta época quieren (queremos) tener el corazón grande y luminoso.

A ver, no pasa nada. Es lo que hay. Y como no hay que ir por la vida de refunfuñón adusto aguafiestas, también este año yo al menos me propongo disfrutar el ambiente con mi familia. Pero lo que si pienso, e intento aplicarme con no mucho éxito, es que quizás sea una buena idea pensar que, ya que vamos a gastar en Navidad tal cantidad de dinero, quizás podríamos hacerlo de forma un poco más responsable. El consumo, lo ecológico y la solidaridad son tres conceptos que, aunque parecieran destinados al desencuentro, pueden tener un excelente punto de confluencia en las nuevas ideas del consumo ecológico y del Comercio Justo.

Reconciliar consumo y responsabilidad es posible. Los que tenemos el privilegio de vivir en el mundo que puede gastar dinero en estas cosas podríamos adaptar nuestra voracidad de productos, energía y recursos naturales a los límites ecológicos del medio y a los niveles que permitan un reparto mundial justo. Consumir responsablemente, comprando lo que realmente haga falta y eligiéndolo entre los productos que sean menos dañinos para el medio ambiente, más seguros para la salud, o más favorecedores de la economía local, está en la base de una forma de compra razonable y sensata.

Y seguramente también sería una buena idea ponerle algo de freno a la energía que gastaremos, no a la personal, que esa es cuanto más alta mejor, sino a la eléctrica. En las casas podemos ponerle algo de cordura a la iluminación navideña, pero quien mejor lo puede hacer son los ayuntamientos en las calles, y los comercios, en los escaparates.

Y, en fin, después de los regalos, los envases de plástico al plástico, y los de papel, al papel. Que eso sí que es fácil hacerlo.

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