Tiempo y vida

Campamentos, mitos y arte rupestre levantino

Estas composiciones escénicas enseñan el traslado de un campamento estacional, con el transporte de las pertenencias que estos grupos de cazadores recolectores debían tener

1. Cova Centelles. Fotografía de R. Viñas y dibujo del Instituto Valenciano de Arte Rupestre. / 2. Fuente del Sabuco II.

1. Cova Centelles. Fotografía de R. Viñas y dibujo del Instituto Valenciano de Arte Rupestre. / 2. Fuente del Sabuco II.

Miguel Ángel Mateo Saura

Miguel Ángel Mateo Saura

Una de las características privativas de los grupos de cazadores recolectores es la movilidad territorial. Su dependencia de plantas y animales les obliga a un cambio periódico de residencia, que en el caso de estos últimos viene determinado por la disponibilidad de los mejores pastos. Aunque en su última etapa como tales grupos predadores se vuelven un tanto sedentarios, desarrollando una economía de amplio espectro, incluso con incipientes prácticas de almacenamiento y estabulación, lo cierto es que los yacimientos mesolíticos, propios de estos grupos, se caracterizan por su ocupación temporal, de carácter estacional. Y este trasiego, que debía producirse, al menos, un par de veces a lo largo del año, ha encontrado su reflejo en el arte rupestre levantino.

En la Cova Centelles, en Albocasser, se representó una quincena de individuos, entre los que hay hombres, mujeres y niños que, por sus ademanes de piernas abiertas, evidencian una acción de desplazamiento, todos hacia la izquierda. Portan con ellos sus enseres, entre los que distinguimos armas, sobre todo arcos y flechas, y diversos fardos de aspecto rectangular, que cargan sobre los hombros. Por su parte, en el conjunto de la Fuente del Sabuco I de Moratalla son trece personajes los que se disponen alineados y al paso, también en una clara actitud de marcha. Aunque la escena presenta un mal estado de conservación, que ha afectado sobre todo a su mitad izquierda, sí vemos bien en la zona derecha a dos arqueros que sujetan el arma a la altura de la cintura, detrás de ellos un pequeño sujeto, que podríamos proponer como un niño y, cerrando la composición, la imagen de una mujer que transporta a hombros un bulto de forma rectangular, por encima del cual asoma la cabeza, pequeña y triangular.

Estas composiciones escénicas enseñan, de forma inequívoca, el traslado de un campamento estacional, con el transporte de las pertenencias que estos grupos de cazadores recolectores debían tener: armas, pieles, algunos útiles de piedra y madera, y otros objetos, entre ellos, recipientes que sabemos que hacían con esparto que luego recubrían con barro. Una vez más, la cuestión que se nos plantea es la de interpretar estas escenas como el reflejo de una simple actividad más o menos frecuente en su vida cotidiana, o valorarlas como imágenes revestidas de un marcado sentido alegórico. Apreciado lector, a estas alturas de nuestro viaje, ya es consciente de que no somos partidarios de caracterizar al arte levantino como un simple anecdotario de hechos cotidianos, con una mera intención historicista. Antes bien, le concedemos una intención mucho más profunda, seguramente de naturaleza mitológica

Y siendo esto así, ¿qué pudo provocar que lo que, a priori, parece un simple traslado periódico de campamento adquiriera rango de excepcionalidad, tanto como para entrar a formar parte del ámbito simbólico de estos grupos y con ello del arte levantino? Difícil respuesta, pero sí hubo un hecho que influyó sobremanera en su vida, el llamado ‘8.2 event’, una pulsión climática producida hace unos ocho mil años que, aunque fue corta, conllevó un acusado descenso de las temperaturas y de las lluvias. Una de las consecuencias de este hecho climático fue la migración en masa de los cazadores recolectores en busca de lugares con condiciones más benignas, lo que provocó, incluso, que quedaran amplios territorios vacíos. Sabemos, por ejemplo, que desde Cataluña y el Bajo Aragón, estos grupos se desplazaron bien hacia lugares más húmedos en el norte del Valle del Ebro, o también hacia el sur, al Alto Maestrazgo.

¿Pudo ser este fenómeno climático del 8.2 event, por su carácter extraordinario y por las repercusiones que tuvo en la sociedad mesolítica, un hecho que dejara tan profunda huella en su imaginario colectivo? Está fuera de toda duda que para ellos supuso algo excepcional, que por la marcada incidencia que tuvo en sus hábitos de vida bien pudo pasar a formar parte de lo legendario, ser un elemento generador de una de esas historias que se transmite de generación en generación y se convierte en algo mítico. De ser así, las escenas de la Cova Centelles y de la Fuente del Sabuco II, bien podrían ser documentos gráficos de primer orden sobre este acontecimiento trascendental en la vida de los últimos cazadores, autores del arte levantino. 

En todo caso, nosotros no podemos ir más allá, ya que, como sucede con otras muchas propuestas sobre el arte prehistórico, es algo que nunca podremos corroborar.

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