Crónicas de Titirimurcia

¿Estado de Derecho?

La historia nos ha demostrado demasiadas veces que todo el que prueba el poder le toma el gusto, y, como consecuencia, termina gobernando para sí mismo

El recién nombrado presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aplaude tras la votación durante la segunda sesión del debate de investidura.

El recién nombrado presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aplaude tras la votación durante la segunda sesión del debate de investidura. / Eduardo Parra / Europa Press

Antonio López

Antonio López

Ja, ja, ja, eso es lo que dicen que hay en España, ¡qué disparate! Probablemente lo hubo alguna vez en la vida, pero de eso hace ya tiempo. El día que los bancos decidieron vender a sus clientes entregando su información privada, incluyendo el estado de sus cuentas y hasta si compraban chóped o jamón del bueno, al Gobierno de Mariano Rajoy, para mayor gloria de su esbirro Cristóbal Montoro, no solo perdimos el derecho a la confidencialidad, también perdimos una buena parte de nuestra dignidad, si es que alguna vez la tuvimos.

Como compensación por tamaña traición, el ‘Judas interbancario’ recibió más de 3.000 millones de euros para sus asuntos, rescates y otras cosillas privadas, pero de esas no dieron demasiadas explicaciones, como hicieron con la vida de sus clientes.

Desde aquel momento, todo ha subido vertiginosamente: los intereses, los impuestos, los combustibles, la comida, la vida en general... Bueno, todo no, los derechos de los ciudadanos han bajado de una forma incomprensible. La intervención constante del Estado en el día a día de las personas ha limitado esos derechos de manera inmoral. La vulneración continua de usos y costumbres y una legislación desmedida y abusiva nos arrastra lenta e inevitablemente a la sumisión del control total ejercido por el ‘Gran Hermano’, y no me refiero al de Tele 5.

El paraíso ideal para el político sería un lugar donde la ausencia total de libertades y derechos del pueblo les permitiera, literalmente, hacer lo que les pase por los cojones con la gente y con sus vidas. El ‘Gran Hermano’ es el Gobierno que ejerce el poder, y esa forma de ejercerlo se llama dictadura totalitaria, una vieja conocida de la antigüedad que se truncó en 1789 con la Revolución Francesa y su célebre separación de poderes para evitar el absolutismo de unos reyes corruptos a los que separaron sus cabezas de sus cuerpos junto a todos los ciudadanos que ostentaban algún tipo de poder. Una turba enfurecida se encargó de aquella carnicería, la misma turba que poco después volvía a entregar el poder arrebatado a la monarquía a otros dictadores, tan corruptos o más que la realeza. Serían los nuevos políticos de la Revolución, los mismos que crearon un estado de terror expropiando y cortando cuellos a todo el que resistiera a sus ideas.

La historia nos ha demostrado demasiadas veces que todo el que prueba el poder le toma el gusto, y, como consecuencia, termina gobernando para sí mismo. Cuba, Rusia, Venezuela y tantos países africanos y sudamericanos que he perdido la cuenta. Como no podía ser de otra manera, los españoles no íbamos a ser menos, y nuestra democracia se está convirtiendo en una república bananera.

Esta mañana he visto en la televisión jurar como presidente del Gobierno a un tipo que no ha dudado un instante en comprar los votos de los más destacados enemigos de este país para conseguir la mayoría que le permitirá seguir en el sillón cuatro años más disfrutando de las prebendas que todo eso conlleva.

Lo más irónico es que este señor ha prometido el cargo ante el rey poniendo como aval su conciencia y honor, dime de qué presumes y te diré de lo que careces.

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