Crónicas de Titirimurcia
Matar es caro
Haciendo un cálculo sin demasiada precisión, los sufridos contribuyentes españoles hemos colaborado con nuestros impuestos en una importante matanza de rusos en un conflicto que ni nos va ni nos viene
Aunque es una idea generalizada eso del ‘oficio más viejo del mundo’, parece ser que inventamos antes las guerras que las putas. Desde que Caín le asestó el leñazo a su hermano Abel no hemos dejado de pensar en otra cosa que en matarnos unos a otros, cuando no es con el vecino es con un pariente, da igual con quién, lo importante es acabar con quien sea, unas veces por envidia, otras por intereses, otras por celos y en la mayoría de los casos, simplemente por odio.
Es increíble lo fácil que nos resulta odiar con el trabajo que nos cuesta querer.
En este momento tenemos en marcha dos guerras de primera división ocupando los informativos: la de Israel contra Palestina y, en segundo plano, la de Putin contra los ucranianos. Esta última ha perdido mucha audiencia desde que estalló el conflicto en oriente medio, y Zelenski debe andar muy cabreado por el recorte de la ayuda internacional.
Europa lleva facilitando armamento a Ucrania desde el comienzo de la guerra, implicándose la mayor parte de los países de la comunidad en un conflicto de difícil solución, con el riesgo añadido de terminar involucrados en el mismo con unas consecuencias fatales para los ciudadanos de estos estados.
De los 1.500 millones de euros que lleva aportados Europa a Ucrania, el Gobierno español dice haber desembolsado 21 millones en armas y 137 millones de euros en aportaciones económicas, cantidad que no se cree ni el ‘potato’; el coste de fabricación de un tanque Leopard supera los 11 millones, de los que el Estado español envió 10 unidades; fusiles semiautomáticos M4 del calibre 5,56, los más utilizados en el conflicto junto a los antiguos M16, han sido enviados varios miles a un coste de 1.000 euros por unidad, cada caja de munición de 500 unidades está entre los 300 y 400 euros, por lo que cada disparo cuesta casi un euro. Una ametralladora pesada M2, la más usada por la OTAN, cuesta unos 14.000 euros la unidad y cada cinturón de balas unos 6.500 euros.
Las granadas de mano M67 unos 4 euros cada una, y los misiles lanzacohetes, de los que también hemos enviado unas cuantas docenas, nos cuestan unos 5.000 euros unidad.
Pero lo realmente tremendo son los misiles que disparan, según su longitud de alcance y capacidad destructiva, por ejemplo, el FGM-148 Javelin, uno de los misiles antitanque de hombro más avanzados del mundo, que tiene un precio unitario entre 147.000 y 200.000 euros.
Haciendo un cálculo sin demasiada precisión, los sufridos contribuyentes españoles hemos colaborado con nuestros impuestos en una importante matanza de rusos en un conflicto que ni nos va ni nos viene, pero que ha dado a Pedro Sánchez una gran visibilidad mediática en ciertos foros, donde en condiciones normales no le abren ni la puerta, y que la cosa quede ahí.
Sería muy triste que terminásemos fritos por un misil nuclear enviado desde Moscú, mientras que Sánchez no deja de auto condecorarse, como si ese dinero saliese de su bolsillo.
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