Noticias del Antropoceno

¡Viva Las Vegas!

Dionisio Escarabajal

Dionisio Escarabajal

He estado en Las Vegas en dos ocasiones, pero he dormido en tres hoteles. Y merece la pena contar cómo llegué a esa extraña disociación porque la historia tiene su miga. 

El primer viaje había sido organizado por un imbécil que solo había tomado en consideración el precio de la habitación, cuando en Estados Unidos, donde conviven el lujo y el lumpen sin solución de continuidad, eso es señal de malos rollos. Después de atravesar con la cara pegada al cristal del autobús, como un niño frente a una pastelería, y ver pasar los espectaculares hoteles de lujo de Las Vegas, dimos con nuestros cansados huesos en un establecimiento de mala muerte donde figuraba de forma preeminente un rifle como los del Oeste, mensaje inequívoco de que no se andaban con chiquitas.

Al día siguiente pudimos comprobar, más que nada por los personajes ataviados con un mono naranja que limpiaban las aceras, que el hotel estaba situado frente a la cárcel del condado. Un ligero vistazo a nuestro entorno nos confirmó que los huéspedes no eran otros que familiares de ladrones y asesinos convictos que habían ido de visita y se beneficiaban de tan conveniente localización. Excuso decir que algunos de los viajeros, que compartíamos la invitación a asistir a una convención inmobiliaria internacional, nos movimos rápido para encontrar un alojamiento alternativo, que resultó ser el espléndido Le Mirage. El imbécil, por otra parte, no dio su brazo a torcer y se quedó en el hotel de marras, empeñado en que era la mejor elección.

No me gusta el juego, y me horrorizan los casinos. Las veces que he estado en uno no ha sido por decisión propia. Pero si te mueves algo en este mundo de convenciones internacionales o tienes intereses amplios, como es mi caso, acabas yendo a Vegas de una forma u otra. Es el lugar preferido para todo tipo de eventos y convenciones, por la conveniencia de habitaciones espectaculares a precios ridículos y comida y diversión accesibles las veinticuatro horas. Todo, supongo, para incitarte al juego, de donde proviene el auténtico beneficio económico de tamaño dispendio. 

Total, si hay que ir, se va. 

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