Crónicas de Titirimurcia

La televisión de Franco

El presentador Kiko Ledgard junto a las azafatas del 'Un, dos, tres'.

El presentador Kiko Ledgard junto a las azafatas del 'Un, dos, tres'. / RTVE

Antonio López

Antonio López

Apenas era una criatura cuando esperaba ilusionado el Un, dos, tres los viernes por la noche. Las teles eran en blanco y negro y las familias todavía se juntaban para ver aquellas películas del año de los tiros o los concursos de los que se podía salir millonario. Eran otros tiempos, la política no existía, ni tampoco los políticos, salvo los del régimen, claro está.

Tampoco se veían tetas ni la gente hablaba de con quién se acostaba, el fútbol, los toros y unos cuantos concursos, Los Chiripitiflaúticos, Valentina y el capitán Tan, Espinete, el libro gordo de Petete y la macizorra de Carolina, que no paraba de transmitir malas ideas a la audiencia de la programación de tarde.

Más adelante, el personal se hipotecó para comprar una tele en color y con ella entraron en nuestras casas fantásticos programas musicales: Aplauso, Fradejas y todos los cantantes del mundo mundial haciendo playback para el público español. También comenzaron a ‘echar’ unas series magníficas: La barraca, Cañas y Barro, Los Gozos y las sombras, Fortunata y Jacinta, y cuantos dramones se presentaran para hacer las delicias de los televidentes.

Ya ha pasado mucho tiempo y todo lo que entonces era bueno, ahora es malo. Todo salvo una cosa: me sorprende que la Radiotelevisión pública, RTVE, controlada por el gobierno del PSOE, supuestamente progresista, desde hace un par de años apenas generó producción propia y con un presupuesto cercano a los 1.700 millones de euros, que ya es decir, se han dedicado a ‘reponer’ todos aquellos programas de la televisión franquista en la parrilla nocturna semanal con horrendos remakes de los musicales de los 60 y 70, desafortunadamente narrados por Santiago Segura: Cachitos de hierro…,Viaje al centro de la tele y otros parecidos donde ya han repetido cien veces las actuaciones de nuestros abuelos. Otra de sus lindezas es la constante emisión de Como nos reímos, inundando las pantallas con los chistes de nuestros malogrados humoristas, desde Eugenio hasta Gila, también grabados durante la televisión de Franco. Increíblemente, si quitas los quinientos informativos, los documentales de bichos y los panfletazos políticos de La 2, donde catalanes y perdedores de la guerra nos aleccionan convenientemente y el Cuéntame lo que pasó, gran proyecto televisivo de Felipe González, solo queda un 25% de espacio para unos cuantos concursos casposos copiados de Mediaset y un par de telenovelas para hacer sufrir a las viejas.

Seguramente tenemos lo que nos merecemos, y si esto vale para los políticos, supongo que también sirve para la televisión, una televisión tan progresista como el propio gobierno que la genera, eso sí, nos sale barata y encima ya no ponen ni fútbol, y si queréis caldo, ahí teneis dos tazas de Masterchef.

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