Canciones para varias vidas

Mi padre no sabía idiomas, ni falta que le hacía, porque era capaz de tararear Satisfaction de Los Rolling; chapurrear italiano con Battiato o, incluso, ‘destrozar’ un himno francés como La boheme de Aznavour

El músico y compositor David Bowie.

El músico y compositor David Bowie.

Mónica López Abellán

Mónica López Abellán

Mi sobrino, el mayor, escucha música en la ducha. Una lista de reproducción que él mismo ha seleccionado y diseñado minuciosamente, como todo lo que hace. Visto así, el asunto no reviste de ninguna excepcionalidad. Lo verdaderamente especial son los temas y artistas que reproduce en su particular banda sonora. Desde David Bowie hasta Serrat, pasando por Pearl Jam, The Kings o Jimmy Fontana. Mi sobrino no tiene aún ni diez años.

Así, hace unas semanas, fue una auténtica sorpresa descubrir entre sus favoritas algunas de esas canciones que también han resonado a lo largo de mi vida y mi infancia. Además de comprobar su exquisito gusto y su extensa cultura musical.

No pude evitar entonces acordarme de mi padre, pues muchas de aquellas pistas eran las que sonaban a diario en su coche, en su casete y en su pequeño transistor de mano. Mi padre no sabía idiomas, ni falta que le hacía, porque era capaz de tararear Satisfaction de Los Rolling; chapurrear italiano con Battiato o, incluso, ‘destrozar’ un himno francés como La boheme de Aznavour. No tenía vergüenza ni reparos. Entendía la música mucho más allá de las palabras y disfrutaba de cualquier estilo, sin prejuicios ni manías.

Esa forma de ser suya nos permitió a nosotras -a mi hermana y a mí-, siendo apenas unas niñas, conocer canciones tan lejanas a nuestra edad como Unicornio Azul de Silvio Rodríguez o Alfonsina y el mar de Mercedes Sosa.

Hace tan solo unos días escuchaba, en una fiesta entre amigos en casa, una versión algo más flamenca de esta triste zamba (género musical propio de Argentina) compuesta en memoria de la poetisa Alfonsina Storni, quien se dejaría morir en el mar con solo 46 años, y no podía dejar de volver a emocionarme como siempre que la oigo interpretar. Además de su intrínseca nostalgia, me traslada a los mejores años de su vida, aquellos en los que disfrutaba de la vida como si fuera a morir mañana. Y efectivamente murió joven. Mi padre nos dejó con tan solo 63 años, pero ese carácter suyo le regaló una existencia muy vivida. Y a nosotros, los que lo conocimos, una herencia muy rica: en viajes, en emociones, en celebraciones…

Tanto es así que, aunque con los años he escuchado nuevas canciones y he incorporado muchos intérpretes, no me equivoco al asegurar que son ‘suyas’ todas las canciones que han compuesto la banda sonora de mi vida, como ahora lo son también de mi sobrino.

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