Las manos en el arte paleolítico

Estamos ante un tipo de figura que está presente en gran parte de los estilos artísticos desarrollados a lo largo del tiempo, en todos los continentes donde hay arte rupestre y en los más diversos contextos culturales

Mano de la Cueva de Maltravieso (Cáceres). 1.Original. 2.Color modificado. 3.Dibujo, según H. Collado.

Mano de la Cueva de Maltravieso (Cáceres). 1.Original. 2.Color modificado. 3.Dibujo, según H. Collado.

Miguel Ángel Mateo Saura

Miguel Ángel Mateo Saura

La imagen de una mano sobre una pared rocosa es, con seguridad, una de las más icónicas del arte rupestre paleolítico, aun cuando su número, que en España apenas llega a tres centenares, no la sitúe entre los motivos más representados dentro de su iconografía. Es posible que al tratarse de un órgano plenamente humano se establezca una especial relación entre este y el espectador, que se puede llegar a sentir más identificado con lo que está viendo, simplemente por una mayor relación de cercanía. Otros factores que quizá contribuyan también a ello son su evidente diferenciación respecto de las figuras de los animales y la escasez real de representaciones humanas en los paneles pintados y grabados paleolíticos. En todo caso, estamos ante un tipo de figura que está presente en gran parte de los estilos artísticos desarrollados a lo largo del tiempo, en todos los continentes donde hay arte rupestre y en los más diversos contextos culturales. Se trata pues de uno de esos símbolos universales cuyo significado se nos antoja, a la par, diverso.

La mano se nos muestra fundamentalmente de dos formas. En positivo, cuando esta se ha embadurnado por completo de pintura y es apoyada en la pared, estampando la impronta de toda su huella, o también en negativo. En este segundo caso, la mano, limpia de color, descansa sobre la pared al tiempo que, con la ayuda de unas cánulas huecas elaboradas en hueso o con elementos vegetales, a veces también directamente desde la boca, se sopla la pintura sobre ellas, dejando impreso su contorno. Más del 90% de las manos han sido realizadas con esta segunda técnica. Aunque en su ejecución se han empleado los mismos colores que para el resto de representaciones que conforman el repertorio del arte paleolítico, el rojo es claramente mayoritario sobre el negro, siendo excepcionales la realizadas en amarillo y testimoniales las dos pintadas en color marrón.

Hace unos años, el proyecto Handpas. Manos del pasado, desarrollado por un equipo interdisciplinar coordinado por el Dr. Hipólito Collado Giraldo, analizó desde todos los ángulos las figuras de manos del arte paleolítico español, aportando conclusiones del mayor interés. Una de ellas: que más de la mitad de las representaciones se corresponden con la mano izquierda, lo que, tras un preciso análisis de las distintas variables que entran en juego, llevó a concluir a los autores del citado estudio que las poblaciones paleolíticas eran preferentemente diestras. Lo natural es apoyar la mano dominante en el caso de aquellas marcadas en positivo, pero la no dominante si el proceso de creación implica el uso de utensilios, como serían los tubitos con los que esparcir el colorante que, cabe pensar, se sujetarían con la mano más hábil. Se podría aducir que es arriesgado generalizar esta consideración a toda la población, pero lo que sí parece evidente, a tenor de esos datos objetivos, es que la mayoría de los autores de estas figuras de manos utilizaron preferentemente la derecha durante su representación. Por el tamaño, algunas pudieron ser de niños y, ateniendo a la relación en la longitud entre los dedos índice y anular, considerado este como índice de dimorfismo sexual, también las habría de mujer.

Una cuestión enigmática y abierta a la discusión es la que protagonizan las manos aparentemente mutiladas, a las que les falta algún dedo o una parte de ellos. Ya desde los primeros estudios a comienzos del pasado siglo XX se intentaba explicar este hecho a partir de extraños ceremoniales que implicaban la amputación ritual. Más recientemente, la cuestión ha cobrado actualidad al relacionarse con la enfermedad de Dupuytren que, considerada una herencia neandertal, afecta sobre todo a los dedos anular y corazón, que se van retrayendo. En este sentido, compartimos la opinión de los investigadores del proyecto Handpas de que, en estos casos de manos incompletas, se debió tratar en verdad de ocultaciones intencionadas, con las que se pretende crear un código seriado de patrones. Y lo estamos porque algunos de los datos son suficientemente clarificadores, como que el dedo que más falta es el meñique, que muchos de los dedos afectados, en realidad han sido tapados con una capa de pintura y, muy revelador, que la mano de una misma persona se ha empleado utilizando en dos o más patrones distintos. Pero también por una mera cuestión de pragmatismo. Cercenar dedos de forma voluntaria, por mucho que se quiera revestir de ritualidad, supondría asumir una discapacidad física en un entorno en el que esta se convertiría en una grave amenaza para la propia pervivencia, máxime en el caso del dedo pulgar, cuya falta imposibilita la capacidad de agarrar.

¿Qué podría significar la impronta de una mano sobre la pared de una cueva? Es probable que no tuviera un único significado y que el contexto cultural en el que se pinten juegue un papel activo en su intención última. En todo caso, a lo largo del tiempo han sido varias las lecturas realizadas, desde aquellas que las valoran como signos que orientan hacia un lugar, a modo de señales de dirección, con lo que tendrían un carácter meramente utilitario, a esas otras que las revisten de un simbolismo que las lleva a un plano alegórico más trascendente. En este último caso, entre otras propuestas, se han interpretado como símbolos astrales, al relacionar los dedos con los rayos del sol; como instrumento de vínculo con los espíritus en contextos chamánicos o como reflejo del contacto de la propia divinidad. Es probable que, por los diversos entornos temáticos en los que se nos presentan, su significado participe, de algún modo, de todas ellas.

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