Artículos de broma

El cúter rasga la electrónica

El Estado y el banco nos han digitalizado la vida y tenemos que fiarnos de que esos apuntes en los que están nuestros caudales y nuestras deudas están resguardados con toda confianza

Javier Cuervo

El cúter es la uña de Superman o de Dios, para los creyentes. Tiene un intenso poder de corte fino que disecciona y separa, sin esfuerzo, con la elegancia del trazo. El papel, el cartón, la cinta adhesiva, la funda del cable, el resto de raíz del rabanito... Siempre hay un motivo para usar un cúter, aunque solo lo sepamos después de usarlo. Uno de los periodistas más polémicos de España lleva siempre uno en el bolsillo porque aún trabaja con recortes de papel.

Los mejores cortadores de cúter (valga la redundancia) son farmacéuticos. No sé si se hacen prácticas de cúter en los últimos cursos de las facultades de farmacia, pero deberían. Parte de su jornada y su negocio la hacen cúter en mano. Seguro que hay una lesión laboral, aunque no se llame «muñeca de farmacéutico», causada por ese gesto repetitivo sin el que no cobrarían la parte de los medicamentos que financia la Seguridad Social para que podamos pagarnos los remedios y para que la farmindustria saque nuevos productos con precios fuera de lo que pueden pagar las personas con salarios normales.

Instalados todos en la enésima generación tecnológica, los farmacéuticos cortan el cupón de cada caja de medicamento que entra en la Seguridad Social y lo pegan en un folio con celo y con cinta adhesiva transparente con movimientos precisos y drásticos. Después del pescadero preparando una lubina es de las tareas que más admiro. Antes había campeonatos de oficios, de albañilería, de minería, de tareas del campo...

Me gustaría ver una competición de 'cuteradores' farmacéuticos.

Gracias a esta acción anacrónica lo que más rasga el cúter no es el cartón de las cajas de medicinas, sino la confianza en la informática.

El Estado y el banco nos han digitalizado la vida y tenemos que fiarnos de que esos apuntes en los que están nuestros caudales y nuestras deudas están resguardados con toda confianza, pero luego la Seguridad Social no se fía de la electrónica, de los farmacéuticos, de la imagen digital y quiere lo de siempre: el papel, la hoja, el recorte. Así año tras año.

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