Basta ya
Parece que, con el paso de los años, algunos pueblos han grabado en su ADN la necesidad de recrear El Infierno de Dante como sarcástica obra a representar
![Kirk Douglas en 'Senderos de gloria', de Stanley Kubrick (1957)](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/26270939-5102-4e54-b7d7-86f1e8922e40_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Kirk Douglas en 'Senderos de gloria', de Stanley Kubrick (1957)
Mirar hacia otro lado, ahí reside la indiferencia necesaria para intentar alejarnos del drama que supone esta maniobrada tragedia. Siempre fatalidad e infortunio como eco de los pobres. Fragilidad, carestía y casi lo peor, nuestra ausencia de compasión. El nivel de crueldad que somos capaces de contemplar mientras las televisiones emiten detonaciones y muertes en directo es completamente inenarrable. Todos y cada uno de los que permitimos, y en algunos casos, hasta defienden el genocidio acontecido, viviremos salpicados por la sangre de cada niño, madre o civil expuesto al fango y a la metralla. Y, como de costumbre, maldita costumbre, el ritual que no cesa es el de las heridas pasadas: supervivientes de un Holocausto provocando un exterminio. Es la paradoja del cuento de nunca acabar, la historia repetida sin concesión ni piedad. Parece que, con el paso de los años, algunos pueblos han grabado en su ADN la necesidad de recrear El Infierno de Dante como sarcástica obra a representar. ¿Pero en nombre de qué?, ¿una religión, un pedazo de tierra prometida? No puede haber argumento más ridículo y obsoleto. A estas alturas ya todos sabemos que el diálogo entre creencias inventadas jamás dio frutos. Acicate de conflictos, extremismo aprovechado que no sabe tender puentes interculturales en el siglo XXI.
Terroristas de un lado, ejecutores mortales de otro, y viceversa. En esta partida de Risk no hay que posicionarse en ninguno de los bandos que ha permitido que 2055 niños no puedan celebrar un nuevo cumpleaños, visitar un zoo, explorar lugares desconocidos, disfrazarse, leer cuentos o ir a la playa, tras haber sido aniquilados por los que defienden el establecimiento de un hogar, actuando más allá de la autodefensa. Necesito que alguien me explique cómo no dilatar un drama, cómo se educa para que las generaciones supervivientes no repitan el error. Pero, sobre todo, necesito saber si alguien puede parar eso, por implorarle a hacerlo.
Mientras el destemplado sonido del terror se cebe con los indefensos, me queda el consuelo al pensar que, de nuevo, las madres que anhelamos la paz intentaremos ocupar el irreemplazable lugar de las que hemos dejado morir y, junto a su recuerdo, y en la mayor de las utopías, agarraremos de la mano a todos esos niños y niñas que han quedado desprotegidos. Desvestiremos nuestro pecho con la melodiosa intención de adormecerlos suavemente en un arrullo de amor.
El terror de otra guerra sigue ahí, retransmitiendo cada detonación para toda la galaxia, mientras el mundo intenta seguir su curso mirando en otra dirección, con el fin de esquivar las aterradoras imágenes de realidad que nos invaden.
«Hay ocasiones en que siento vergüenza de pertenecer a la raza humana. Y hoy es una de ellas.» Kirk Douglas en Senderos de gloria, de Stanley Kubrick (1975).
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