Tribuna libre

Cerveza a dos euros

Exposición del festival Mu-tantes en Los Molinos del Río.

Exposición del festival Mu-tantes en Los Molinos del Río. / L.O.

En el mes de octubre comienza la vuelta al cole del mundo del arte. Cada año, como los niños en su primer día de clase, todos los agentes del sector preparan y esperan ansiosos la nueva temporada expositiva deseando que este nuevo año escolar sea mejor que el anterior. Es una vuelta a empezar, una nueva oportunidad para hacer las cosas bien, sorprender al espectador con propuestas adecuadas que justifiquen el gasto de sus impuestos, en el caso institucional, y en el sector de las galerías, un motivo para retomar contactos o captar nuevos clientes con recientes incorporaciones de artistas mucho más transgresores, que dirían algunos.

En ese ambiente de positivismo, de energías renovadas tras el estío artístico del verano, todos nos sentimos ilusionados por comenzar, volver a visitar exposiciones y dejar que el arte nos lleve a ese espacio de reflexión, sorpresa o belleza que solo él es capaz de crear. Claro, que la ilusión suele durar poco, de repente la realidad te devuelve a ese lugar donde la mediocridad mezclada con la desidia se han hecho tan poderosas que por mucho empeño que uno ponga es imposible salir corriendo y escapar. Estoy hablando de la gestión cultural de nuestra querida ciudad.

Con la llegada de cada nuevo equipo de gobierno crece en nosotros la esperanzadora idea del cambio, una luz que se abre en el horizonte con tal fuerza que llegas a creer que ciertas cosas son todavía posibles. Siempre he pensado que los cambios en general son buenos, hacen que todo se mueva y fluya de otra manera generando nuevas expectativas. El cambio ofrece la posibilidad de que nuevas miradas intervengan en la escena y esto, cuando hablamos de cultura, y en concreto de la cultura de nuestra ciudad, resulta más que alentador teniendo en cuenta que los últimos diez años hemos ido caminando hacia la más penosa y triste decadencia. «¡Ala, qué fatalista!», pensaréis algunos. Pero no, estáis equivocados, yo suelo ser positiva de más.

Hemos llegado a tal punto que Murcia, en lo referido a cuestiones artísticas, ha quedado relegada a las últimas posiciones de ese mapa que cada año dibuja el llamado Observatorio de la Cultura. Dicho de otro modo, en 2022 fuimos los segundos por la cola, o, lo que es lo mismo: culturalmente hablando no somos nada en la escena nacional. Esto no lo digo yo, que conste, lo dicen ellos. Quizás este próximo año la cosa mejore uno o dos puestos teniendo en cuenta que los mismos que elaboran ese ranking son los que han organizado recientemente el festival File de literatura, ¿serán para el de 2023 un poco más benévolos?

En ese estado de felicidad en el que nos encontrábamos porque el nombramiento de un nuevo concejal de cultura, un joven Diego Avilés, supuestamente podría abrir nuevos horizontes al arte de nuestra ciudad comenzamos este esperanzador mes de octubre, hasta que como dije, la realidad te aplasta de tal modo que ya no sabes si ese cambio era tal o en realidad vivimos en una especie de bucle del absurdo. Los peones que mueven las fichas de la cultura siguen siendo los mismos, primer error, si antes no funcionó no hay nada que apunte a que ahora lo hará. La directora de Artes Plásticas continúa orgullosa en su cargo, por gloria y gracia del enchufe de turno (esto no es cosa mía, lo dice ella sin ningún tipo de pudor a quien quiera escucharla), por lo tanto la gestión cultural es la misma… Se vislumbra el desastre. Así, como continuidad de lo que ha venido haciendo, inaugura la temporada expositiva con una nueva edición del festival Mu-tantes, al que no solo cede el espacio de la Cárcel Vieja sino también la sala de Los Molinos del Río, en un despliegue de objetos sin sentido faltos de todo contenido; los puestos del mercado de los jueves son más interesantes que esos colgajos que ahora decoran la sala al otro lado del río. Como el año pasado la cosa no gustó nada a los vecinos (con una fiesta rave con DJ y bebida gratis hasta pasadas las doce de la noche), en esta nueva edición, para desgracia de sus organizadores, todo fue mucho más discreto. Eso sí, pusieron una barra en el patio del edificio donde vendían cerveza a dos euros el vaso, más parecía aquello la verbena de un pueblo en fiestas que la inauguración de una exposición. Y ahora que lo pienso…, ¿se puede vender bebida así sin más en la calle? A lo que vamos, el arte, lo que había dentro, eso daba igual, esto es algo así como ese anuncio del teléfono de Antonio Resines, si a la magdalena le vas quitando cosas y todo tipo de adornos al final lo que te queda pues es una simple magdalena. Sin lucecitas de colores o bebida gratis, la cosa ya no tiene tanto interés y las 10.30 horas cada cual a su casa. 

Por su parte, el Museo de la Ciudad, a mi entender, un espacio con un buen potencial pero bastante menospreciado por la Administración, abre su temporada con una muestra sobre... ¡alpinismo! Me da hasta risa escribirlo...

No sabemos con qué nos sorprenderán en el Palacio Almudí, lugar una vez de gran prestigio nacional, hoy totalmente opacado por su mala gestión, lo que veremos nuevamente casi con total seguridad ocupar sus nobles salas será el premio de pintura de la Universidad de Murcia en su próxima edición. ¿Se imaginan el Museo del Prado exhibiendo las obras de los participantes del concurso de la Universidad Complutense de Madrid? Sería un escándalo, ¿verdad?

Hace pocos días nuestra ciudad ha recibido otro varapalo, el informe lanzado por la asociación Exceltur sobre las perspectivas turísticas que nos vuelve a colocar en último lugar entre las preferencias a la hora de elegir un destino urbano que visitar. Entre sus páginas pone de relieve que ha habido un fuerte ingreso turístico en 2023 en las zonas con propuestas de mayor valor añadido y situadas en la costa, excepto en Murcia donde las ventas de las empresas turísticas hoteleras apenas han aumentado un dos por ciento mientras que en el resto del país estaban muy por encima del diez.

Es evidente que las cosas no se están haciendo bien, a pesar de que unos y otros se ponen continuamente medallas por el gran aumento del turismo, pero no os preocupéis, como ya se acerca la navidad lo importante es que este año sí vamos a tener nuestro gran árbol donde celebrar que somos los mejores. 

Es una pena, pero como dice Julio Iglesias en su canción, «la vida sigue igual», y parece ser que así seguirá. 

Y la próxima semana hablaremos de los Muher…

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