Mamá está que se sale

La tierra prometida

Para los judíos, ese trozo de tierra sigue siendo sólo 'prometida'. Pueden empeñarse en defenderla como suya y asegurar para ello sangre, sudor y lágrimas. Pero lo cierto es que hasta que no la habiten en paz, esa tierra seguirá siendo siempre prometida, y ellos seguirán siendo un pueblo errante

Leonard Beard.

Leonard Beard.

Elena Pajares

Elena Pajares

Es llamativo el destino maldito de Israel, condenado a ser un pueblo errante, sin encontrar nunca la Tierra Prometida. Sé que suena a cuento chino hablar de maldiciones divinas, pero es escalofriante que, de algún modo, los judíos sigan condenados a vivir dispersos por el mundo, salvo que quieran vivir en ese trozo de tierra que, aunque antiguamente fue suyo, hoy parece la puerta del infierno.

Según el Éxodo, Dios fijó los límites de la Tierra Prometida desde el mar Rojo hasta el mar de los filisteos, y desde el desierto hasta el río Eufrates. Eso equivale ahora a la totalidad del actual Israel y, además, Jordania, El Líbano, la mayor parte de Siria, medio Irak, la costa oriental egipcia y el norte de Arabia Saudí. Casi nada. Obviamente imposible de rehacer, por mucho que los Israelíes vivieran allí hace miles de años.

Lo malo vino al descomponerse el Imperio Otomano a principios del siglo XX, que hasta entonces tenía a todos esos pueblos agrupados bajo un mismo nombre. Algo parecido al Imperio Romano, con provincias y distintos status, pero un mismo manto para todos. La desintegración del Imperio hizo que parte de lo que fue antiguamente Israel quedase en tierra de nadie. Una oportunidad ideal para todos los judíos de volver a la tierra de sus antepasados. Por fin podrían habitar la Tierra Prometida.

Cuando empezaron a llegar los judíos a esa zona, tras la caída del imperio Otomano, es verdad que aquello era tierra de nadie, pero es un decir. En realidad, sí que había gente. No había un reconocimiento oficial, ni un estado definido, o de un país como Dios manda. Pero esa región estaba ocupada por palestinos, árabes y otras comunidades musulmanas, y encima era tierra sagrada para musulmanes, judíos y católicos

Así que, siendo una situación de bomba de relojería, a Occidente se le ocurrió ‘tutelar’ la acción civilizadora de la zona, repartiendo proporcionalmente los territorios, de forma más o menos equitativa, entre cada una de las partes que reclamaba el mismo terreno. Gran Bretaña fue la encargada de semejante misión… Imposible a todas luces. Desde el primer momento surgieron ataques por parte de todas las partes implicadas.

Si eso fuera poco, los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, con el exterminio de varios millones de judíos, alentaron aún más a Occidente a establecer un Estado judío. Así que en 1948 se fundó el nuevo país de Israel (creo que el único país del mundo creado por una resolución de la ONU), y para ello, aquella tierra de nadie se dividió en dos: Palestina e Israel. Sobre el papel suena salomónico, porque parecía responder a las aspiraciones de judíos que por fin tenían su país, y de palestinos, que se verían reconocidos también como nación. Pero lo que para los israelíes es una conquista, para los palestinos es una tragedia. Nakba, le llaman ellos, ‘la catástrofe’. Aun así, los pueblos palestino e israelí conviven lo mejor que pueden, porque ambos son víctimas del mismo conflicto. En las negociaciones, eternas, Jerusalén sería la capital de dos Estados, Israel y Palestina, pero el reparto final es una incógnita.

A nivel puramente político, Israel es un aliado estratégico de occidente, mil veces mejor posicionado a nivel internacional, mientras Palestina es una pseudo nación árabe, que no tiene ni siquiera fronteras definidas. Es un conflicto local, pero en realidad es occidente contra oriente: Israel representa, para nosotros, el mundo civilizado, y Palestina es el Islam. Los aliados de Israel son, entre otros, USA, y Europa. Los de Palestina son Siria, Irak, o El Líbano y Arabia Saudí. 

Esta ha sido la situación desde siempre: una sucesión interminable de guerras, conquistas, asaltos, y bombas. Hasta el ataque del otro día de Hamás. Un ataque brutal al más puro estilo talibán, decapitando bebés y violando ancianas. Escalofriante y horroroso. Y sí, quizá, en un futuro no muy lejano, haya remedio diplomático. Lo dudo mucho, pero quién sabe. Lo único cierto a día de hoy, es que, para los judíos, ese trozo de tierra sigue siendo sólo prometida. Pueden empeñarse en defenderla como suya y asegurar para ello sangre, sudor y lágrimas. Pero lo cierto es que hasta que no la habiten en paz, esa tierra seguirá siendo siempre prometida, y ellos seguirán siendo un pueblo errante.

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