Las ganas de comer

Matanza en la huerta. 1964

Matanza en la huerta. 1964 / archivo TLM

Miguel López-Guzmán

Miguel López-Guzmán

La humanidad se encuentra dividida en dos amplios sectores: los que se quejan de que no tienen para comer y quienes gruñen de que no pueden comer bastante para no perder la línea. Cada vez se come menos, unos por prescripción financiera y otros por prescripción facultativa. Un caso especial son los líderes europeos, esos políticos que gustan de la gorra oficial y que se pegan cenas de 140.000 euros. Un menú andalusí elaborado por el chef Paco Morales servido en la Alhambra. Nada que ver con el carrito de la compra del resto de los mortales que solo les da el presupuesto para alguna lechuga, patatas, papel higiénico y como mucho un trozo de carne duro como una piedra, ya que el pescado no está al alcance de todos. Qué decir del aceite que no sepamos. La frase más repetida es «Antes con100 euros llenaba el carrito y ahora no me hace falta ni carro, lo llevo en la mano».

En otros octubres más sentidos los boniatos eran la cena de cada día. El boniato ha pasado a ser hoy en día toda una delicatessen.

El sistema de pasar hambre se ha pasado de la mujer al hombre. Con los tiempos que corren no vamos a pasar hambre para mantener la línea, ni nos recriminaran el estar gordos. Vamos a estar ‘tipo’ gracias a las hojas de lechuga, alimento preferido de los canarios en su jaula. En los sesenta, las abuelas nos daban pan con aceite y azúcar para merendar, algo que hoy es impensable dado el precio de los componentes de aquel excelso bocata.

La humanidad solo podrá salvarse el día en que todos empecemos a engordar. La mujer gorda, el hombre gordo, son tranquilos, respetuosos, amables. Odian la guerra, porque en las guerras dan mal de comer. Quizás por eso a los líderes europeos los han querido cebar en Granada.

En otros tiempos las señoras bien que asistían a los tradicionales vinos españoles o a selectos actos inaugurales, se llevaban alguna cigala que otra en el bolso. La hueva y la mojama eran muy apreciadas, por qué olían menos que el marisco envueltas en la servilleta junto al pintalabios. Ursula von der Leyen está fuera de toda sospecha, porque no suele llevar bolso.

Los obesos nunca hicieron manifestaciones de protesta, ya que preferían estar sentaditos en una terraza, tomando el sol otoñal, mientras ingerían algún aperitivo. Jamás discutían y preferían contar chistes. Lo de estar gordo muy pronto será historia, ya que todos estaremos cachas gracias a los precios que se manejan. La gordura, la obesidad, están en decadencia, a no ser que usted se meta a político. Los dictadores de la moda no van a tener necesidad de declarar la guerra a la grasa. Incluso ya existen algunos que miran de reojo y con cara de hambre las latas de hígado, pollo y salmón con verduras que ocupan las estanterías de la comida para mascotas. Siempre se podrá alegar que el perro no se puede dejar atado a la puerta del supermercado, aunque no se tenga perro.

Engordar o perecer, es una consigna que va a pasar a la historia, por culpa de la dieta impuesta por los bolsillos vacíos.

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