Limón&Vinagre

Juan Antonio Bayona: De la Trini al mundo... y más allá

El cineasta no se ha instalado en el éxito: «Uno no se lo acaba de creer nunca. Ves cosas que te han pasado como si fueran parte de un sueño»

El directorde cine J. A. Bayona, en septiembre de 2022, en Barcelona.

El directorde cine J. A. Bayona, en septiembre de 2022, en Barcelona. / ZOWY VOETEN

Emma Riverola

No ha perdido ese aire de vecino del sexto segunda que te encuentras en el ascensor. Bolsa de basura en una mano, gesto despistado y saludo tímido. Si el encuentro se extiende por el rellano, asoma el hombre ingenioso, afable, entusiasta y perfeccionista. Unos pasos más y ya se descubre uno de los cineastas más personales y ambiciosos de la actualidad. Piensa a lo grande, pero sabe mirar lo pequeño, lo mínimo, incluso lo intangible.

A Juan Antonio Bayona (Barcelona, 1975), los amigos le llaman ‘Jota’, porque así lo pidió él mismo después de aguantar las múltiples conversiones de su nombre: José Antonio, Miguel Ángel... Jota es el colega con el que echarse unas risas, unas birras y unas canciones en los karaokes. Bayona es el cineasta que vive con un pie de Hollywood. Su última película, La sociedad de la nieve, representará a España en la carrera por el Oscar.

Su cine ha recalado por caserones llenos de misterio, por parajes fantásticos, por zonas asoladas por un tsunami o por regiones glaciares inhóspitas, incompatibles con la vida. Pero antes de todo ello, la mirada de Bayona se formó en unas calles que no sabían de glamur, pero sí de empeño, de mucho empeño. Su barrio, Trinitat Vella, también era una zona agreste antes de los años 50. Cuatro viñas en la parte alta y un puñado de masías. Hasta que llegó el aluvión de la migración y a las uvas se las tragó el cemento de los bloques. En la zona alta se colocó una prisión.

Los abuelos de Bayona llegaron de Andalucía a buscarse la vida, como tantos. Se instalaron en el barrio, en unas barracas junto al río. En cuanto pudo, el abuelo materno se compró una parcela y, con sus manos, construyó una casa para la familia. En esas calles donde los críos hacían botar los balones y los mayores trataban de labrarse un futuro, se crio Bayona. «Un día haré una peli sobre cuando íbamos al patio del cole y veíamos a los yonquis pincharse en la verja mientras nos comíamos el bocata de chóped. Era fuerte, pero no dramático», afirmó en una entrevista a El Periódico hace ya 15 años.

Y no, seguro que no fue dramático, porque años después bautizaría a su productora como ‘La Trini’, un homenaje a esas calles en las que se forjó su vocación. Su madre, costurera y conserje en un centro cívico del barrio. Su padre, pintor industrial y quien le inculcó su amor por el cine. La pasión le caló de bien pequeño.

Ser como Spielberg

A los 3 años, Bayona se recuerda dibujando una secuencia de Superman. A los 8 ya quería ser Spielberg y memorizaba las fichas técnicas de las películas que encontraba en la revista TP. A los 11, su padre le compró su primer Fotogramas. A los 17 años se inventó un programa de radio en Trinitat Vella para ir gratis a los pases de prensa y entrevistar a personajes del cine.

Así conoció a Guillermo del Toro, el hombre quedó fascinado ante aquel tipo bajito, de cara aniñada y enormes patillas. Le gustaron sus preguntas, entablaron amistad y resultaría fundamental para que, años más tarde, Bayona tirara adelante su primera película: El orfanato. Pero antes vinieron los estudios en la Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya (ESCAC), los cortos, los videoclips, la publicidad.

El éxito en taquilla y en la crítica han acompañado la carrera de Bayona. Lo imposible, la película inspirada en las vicisitudes de una familia española atrapada en el tsunami de 2004, se convirtió en la película más taquillera del cine español hasta ese momento. El cine de Bayona juega con la espectacularidad, pero también sabe explorar las emociones, los límites de la resistencia humana.

El cineasta no se ha instalado en el éxito: «Uno no se lo acaba de creer nunca. Ves cosas que te han pasado como si fueran parte de un sueño». Quizá es por eso, quizá es esa sensación de impostura la que le ha llevado a perder pie en buena parte de sus reconocimientos. En el sentido literal. Tropezón en el último escalón cuando subió al escenario de los Goya en 2008 a recoger el premio a la mejor dirección novel por El orfanato. Rotura fibrilar en el gemelo derecho cuando recibió el premio Goya a la mejor dirección en 2013 por Lo imposible. No hay noticia de percance en su posterior Goya a la mejor dirección por Un monstruo viene a verme

Bayona soñó con ser Spielberg y consiguió trabajar con él. En marzo de 2024 sabremos si hay tropiezo en los Oscar. Mientras, en más de una casa, hay algún niño o niña que sueña con ser Bayona.

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