Espacio abierto

+Mujeres en Berlín

En Berlín nos encontramos con diferentes tipos de reconocimiento a los logros de mujeres, como el Block der Frauen, una escultura en honor a las mujeres que se manifestaron en contra de las leyes de persecución de judíos y judías de matrimonios mixtos

Conjunto escultórico Block der Frauen, de Ingebord Hunzinger, en Berlín.

Conjunto escultórico Block der Frauen, de Ingebord Hunzinger, en Berlín.

Colectivo de Mujeres por la Igualdad en la Cultura

Viajar nos brinda la oportunidad de sumergirnos en la historia de los lugares que visitamos y que nos ofrecen una ventana al pasado; es una forma de aprendizaje continuo que nos ayuda a conocer y valorar a las personas protagonistas de los eventos históricos.

Alemania es un país con una historia reciente, desgarradora y apasionante; sus ciudades todavía presentan las cicatrices del Tercer Reich, de la Segunda Guerra Mundial y de la terrible posguerra.

Pero el tema de este artículo no son las atrocidades que se cometieron durante esa época, sino dar a conocer la historia que hay detrás de una pequeña selección de los monumentos que la ciudad de Berlín ha erigido como reconocimiento de la importante contribución de las mujeres que vivieron durante estos terribles años.

En una pequeña plaza del centro de Berlín, nos encontramos con un conjunto escultórico creado por la escultora Ingebord Hunzinger, el Block der Frauen. Allí, durante los últimos años del Tercer Reich, tuvo lugar una manifestación extraordinaria de valentía y resistencia femenina en una época en que esta solía estar tristemente ausente.

Desde la promulgación de las Leyes de Nuremberg, estaban prohibidos los matrimonios entre personas judías y las de ‘sangre alemana’ por lo que el gobierno fomentó y facilitó los divorcios para estos matrimonios mixtos. Pero, a comienzos de 1943, la Gestapo recibió la orden de aplicar las medidas necesarias para incriminar, detener y deportar a los judíos y judías de matrimonios mixtos. A finales de febrero, unos 10.000 judíos fueron arrestados; muchos de ellos, deportados a Auschwitz, mientras que unos 1.700, que conformaban matrimonios mixtos, fueron transferidos a Rosenstrasse, una pequeña calle del centro de Berlín. Este fue el detonante de la protesta, un movimiento social protagonizado por alrededor de 600 mujeres que demandaban al Gobierno la liberación de sus maridos.

Fue una acción colectiva espontánea que logró influir en la opinión pública y provocó que el Gobierno nazi liberara a los detenidos después de una semana continuada de protestas. No fue un acto antisistema organizado, aunque para muchas podría suponer una continuación de la lucha cotidiana que tuvieron que soportar como víctimas del ostracismo social, al negarse al divorcio. No fue una protesta feminista; las mujeres se movilizaron como esposas, defendiendo los valores tradicionales, pero generó una disputa histórica en un momento en que el movimiento feminista alemán estaba disuelto. Este hecho ha dado lugar a estudios que resaltan su importancia en la construcción de la memoria de los movimientos sociales, además de despertar el interés por abordar el papel de las mujeres resistentes que socavaron la autoridad nazi en la esfera pública y privada.

En numerosas ciudades alemanas nos encontramos con monumentos dedicados a las mujeres que ayudaron a retirar los escombros y a reconstruir un país reducido a la ruina. En Berlín hay varias de estas muestras de agradecimiento a las ‘Trümmenfrauen’, mujeres de los escombros.

Fueron toneladas de escombros producidos por una lluvia torrencial de bombas provocadas por la aviación aliada, durante los últimos días de la guerra, sobre las ciudades alemanas, con el fin de extender el terror, de bajar la moral, de dar un escarmiento a toda la población.

Estas mujeres, que forman parte de la historia reciente, simbolizan el renacimiento de las ciudades, el pilar que permitió la recuperación económica de Alemania. Su trabajo heroico ha sido reconocido desde los años 50 en muchas ocasiones, y ha dado lugar no solo a monumentos conmemorativos o tiradas de sellos, sino también a numerosos estudios historiográficos, convirtiéndolas en una especie de mito que caló en la sociedad alemana. Con la ayuda de los medios de comunicación, ‘el mito’ se desarrolló de forma muy diferente en la zona este y en la oeste. Se calcula que se retiraron de las principales ciudades entre 400 y 500 millones de metros cúbicos de escombros que sirvieron para tapar los cráteres dejados por las bombas y para reconstruir líneas de ferrocarriles y edificios. Todo el proceso fue realizado por las mujeres de forma artesanal, usando herramientas rudimentarias (palas y picos).

La historiadora Leonie Treber, en su libro Mythos Trümmerfrauen, ha sacado a la luz unos datos que contradicen la narración tradicional. Aunque su trabajo fue muy valioso, no tuvo la dimensión sugerida por los estudios anteriores. No fue una participación masiva: unas 60.000 mujeres en Berlín. Tampoco trabajaron solas con pico y pala; sobre todo en la zona occidental, los escombros fueron retirados por empresas constructoras, que requirieron la ayuda de la población civil. En su mayoría, no trabajaron de forma voluntaria; hubo un mandato de los Aliados que les exigía realizar estas labores. En la zona oriental se incorporaron más masivamente y adquirieron el carácter casi de heroínas.

En Unter Der Linden, el Neue Wache, el monumento central de Alemania a las víctimas de la guerra y la tiranía, alberga una de las obras más conocidas de la escultora berlinesa, Käthe Kollwitz. Con esta piedad laica quiso reflejar el sufrimiento de millones de mujeres y representar la universalidad del dolor; no hace distinción entre civiles y soldados, ni entre nacionalidades. Solo están excluidos quienes de forma consciente fueron responsables de la guerra y de los crímenes.

Además de los mencionados, en Berlín nos encontramos con diferentes tipos de reconocimiento a los logros de mujeres; entre otros, destacamos las esculturas dedicadas a Clara Zetkin, en Linienstrasse, y a Lise Meitner, en la Universidad Humboldt.

Al viajar y mostrar interés por la historia, no solo enriquecemos la experiencia del viaje, también contribuimos a la preservación y promoción del patrimonio cultural.

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