Nos queda la palabra

Polvo eres

Julián García Valencia

En nuestra querida Región de Murcia no hace falta que la Mesa del Tabaco reparta ceniceros portátiles. Aquí, el polvo sahariano y la contaminación nos los llevamos puestos, muy adentro y tan contentos siempre y cuando no nos restrinjan el idolatrado coche. Los científicos calculan que con la calima hemos salido a 10 cigarrillos diarios, que, igual, aumentan hasta los 20 que contiene una cajetilla si sumamos los generados por los tubos de escape que tanto amamos.

En mi admirada Valladolid, el concejal de Sanidad quiere convertir el parque del Campo Grande, otrora espacio sin humo, en un lugar con persistente niebla tras una campaña a favor de fumar. El concejal vallixoletano contará con la ayuda de su compañero de partido y vicepresidente de la Junta de Castilla y León, capaz de defender los beneficios del CO2.

Así que ya tenemos razones suficientes para el hermanamiento. En ambas comunidades o ciudades emblemáticas, Murcia y Valladolid, fumar e inhalar debe ser bueno para la salud a tenor no solo de la ausencia de medidas para combatirlas, sino del fomento, aquí y allá, de pactos con las tabaqueras, liderazgo en la supresión de carriles bicis o a la hora de considerar como objetos decorativos los indicadores de contaminación.

Un buen puro tras una copiosa comida, con la carne castellana, libre de brucelosis por imperativo legal de la maldita Bruselas, y las excelentes verduras del entorno del Mar Menor, libre de nitratos agrícolas por ingenio terraplanista, serían el prolegómeno de un acto que se cerraría con un gran espectáculo cultural en cualquiera de las plazas de toros que también compartimos.

O quizá lo más adecuado es sellar la amistad el Miércoles de Ceniza, previo también a las famosas procesiones que recorren tanto Pucela como cualquiera de las ciudades murcianas.

Y el lema también lo tenemos claro: polvo somos...más polvo contaminado.

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