Diario apócrifo

Fin

Bernar Freiría

Bernar Freiría

Aunque me ha gustado hacerlo, creo que con la regata voy a dejar de escribir este diario, que tengo que estar concentrado. Tengo una tripulación fuera de serie, que de eso se encarga Campos, pero eso solo no garantiza el triunfo, que el que lleva la caña soy yo y tengo que estar fino. Lo bueno es que no se me ha olvidado cómo llevar un barco. Y este 6M es una gozada para patronear en mis condiciones. Estas cosas son lo único que me saca del tedio y me hacen olvidar que no estoy en casa.

Claro que vivir en España para mí sería complicado. Desde que se levantó la veda, periodistas y supongo que inspectores de Hacienda andarían pendientes de mi. Hay que joderse, desde cuándo la realeza tiene que pagar impuestos como si fuéramos menestrales. Pues desde que se la metieron doblada a mis parientes los Windsor; en horas bajas de popularidad, les ofrecieron el pago como redención. Aun sin estar en España no hacen más que sacar series y documentales en los que de una manera u otra hablan de mí, qué hartura.

Que si una biografía de Bárbara Rey, que si un documental británico sobre el Rey de España, que si unos pódcasts de Corinna, que si una recalada del indeseable de Villarejo por una comisión de investigación en el Congreso... Hay que ver cómo torea a los diputados, coño, que parecen estudiantes de primaria torpes al lado del comisario, que menuda lengua tiene el cabrón. Da enojo que ese sinvergüenza sea más listo que los jefes de fila parlamentarios de casi todos los partidos.

A muchos se les ve que nunca han hecho una tarea de cierta importancia en su vida. Y a los que sí la han hecho, como el abogado del Estado ese que era el portavoz de Ciudadanos, les pierde la soberbia. Pero uno solo puede ser soberbio cuando sus hechos están a la altura de su soberbia. Si no, resulta patético.

Así pues, a lo mejor estas líneas son las últimas que escribo. Tampoco quiero que lo último que ponga por escrito sean lamentaciones. Si hago balance, aunque no soy muy dado a esas cosas de contables, el saldo es netamente positivo. Tragué lo mío para poder ser Rey. Luché a brazo partido en los primeros tiempos de mi reinado. Pero estoy convencido de que contribuí a que España se convirtiera en un país muy distinto al que era cuando fui coronado y mejor. Y en lo personal, pues también estoy más que satisfecho. He logrado hacerme con un patrimonio que me ha permitido vivir como me merezco. Y a mis hijas no les va a faltar de nada.

Y he disfrutado de la vida a tope. He conducido, navegado, esquiado, viajado y siempre de la mejor manera. Me han vuelto loco las mujeres y las he disfrutado, aunque alguna cornada me haya llevado también en esas plazas. En resumen, he hecho lo que correspondía como Rey, porque para vivir como un monje, mejor me hubiera metido en la Cartuja en lugar de en La Zarzuela. Y, aunque mis mejores días ya han pasado, todavía me queda vida por vivir.

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