Las Calores

República de brutos

Imagen generada con Midjourney, programa de Inteligencia Artificial.

Imagen generada con Midjourney, programa de Inteligencia Artificial. / Enrique Olcina

Enrique Olcina

Enrique Olcina

No era la primera vez que lo traicionaban sus deseos, pero antes otros mejor dispuestos que él se habían adelantado, así que había sabido callar, en su rincón fresco y umbroso, y mientras tanto hizo de ese rincón un lugar donde el único eco que sonara fuera lo estupendo gestor y moderada persona que era él. Había abandonado la seguridad del virreinato y ahora era él quien estaba en la mejor disposición para cumplir sus deseos, aunque los disfrazara del manto de servicio a la patria. 

Esa posición fue producto de las circunstancias, aunque necesitaron de un pequeño empuje que supuso el descabezamiento del partido. Que tampoco fue para tanto. Sólo hubo que tirar a dos. El resto pasaron a ser Brutos, como él. Ahora deseaba fervientemente que los cuatro escaños que necesitaba cayeran de su lado y había que empujar, hacer lo que fuera, incluso lo que le habían dicho a otros que no se podía hacer, porque el cuchillo estaba empezando a respirar y no quería formar parte de la estirpe de fantasmas que, en la soledad de la habitación, se le aparecían. Soraya, con su bolso; Teo, con su hueso de aceituna; Pablo, con las manos vacías, recordando que esta república de Brutos no pagaba a traidores si los traidores no servían. 

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