Las Calores

Cuatro espacios vacíos

Imagen generada con Midjourney, programa de Inteligencia Artificial.

Imagen generada con Midjourney, programa de Inteligencia Artificial. / ENRIQUE OLCINA

Enrique Olcina

Enrique Olcina

Todavía estaban ahí las cuatro ausencias que martilleaban el empeño. Que no era lo mismo que antes. En otras ocasiones le habían atado una mano, incluso las dos, para negociar y todavía le costaba, porque era un impulso heredado y un tabú que se había dedicado a romper de manera tenaz. No pasaba nada por negociar, siempre que el negocio estuviera dentro de la ley. Y eso parecía haberlo aprendido muy rápido quien negociaba a contrarreloj lo mismo que él para conseguir lo mismo que él. La puerta de los vascos estaba cerrada, o eso parecía. La de los catalanes también estaba cerrada, o eso parecía.

Estaba el recurso de llamar de manera diferente a lo que, apenas horas antes, era el anatema por el que a él le decían que no se permitía negociar, nada nuevo. Así que la rendija de posibilidad estaba, pero allá ellos si se atrevían. Ya lo hizo Albert y le fue mal. Miró los nombres de los suyos. ¿Carmen? ¿Margarita? ¿José Luis? Todos tenían agravios. ¿El clan de los toledanos, alguno de Emilio? Las cuatro ausencias, los cuatro escalones, los cuatro escaños que servían para la mayoría estaban en el aire, dispuestos a ser nombrados. No era la primera vez que lo traicionaban.

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