Diario apócrifo

Dos señoritas se pelean

Bernar Freiría

Bernar Freiría

Ayer recordaba aquí los años buenos de mi reinado. Que los hubo, y muy buenos, sí. Pero hoy me he levantado menos optimista. El calor, los días monótonos, el aburrimiento y hasta el dolor que me causan las maniobras de los fisios me recuerdan que estoy a miles de kilómetros de mi casa. Porque La Zarzuela es mi casa, y lo demás, incluida esta isla de Nurai y la magnífica mansión que ocupo, son simples sucedáneos. Aquí me cuidan mucho y estoy a salvo de las aves carroñeras de la Hacienda española, pero me siento y siempre me sentiré exiliado. Solo cuando viajo me vuelvo a sentir libre.

Todo acabó de la manera que acabó porque yo creo que me pilló en medio una guerra entre dos facciones del Gobierno de Rajoy. La secretaria general del partido y el ministro del Interior por un lado, y el CNI y la vicepresidenta del Gobierno, por el otro. Y Rajoy, fiel a sí mismo, dejando hacer a unos y a otros. O tal vez habría que decir a una y a otra. Que no se podían ni ver las dos fierecillas.

Ahí metió la pata el CNI queriendo quitar de en medio a Villarejo porque, como aliado de la parte contraria, era su mosca cojonera y no se les ocurrió mejor cosa que empezar a sacar trapos sucios del expolicía en la prensa para forzar su detención. Y mira que me jode que quien aireó muchas cosas sobre Villarejo y le puso una diana en la espalda fue quien había sido director de comunicaciones de La Zarzuela. En España nos hemos vuelto muy sofisticados y muy poco eficaces. Para callar a alguien solo se nos ocurre sacar en la prensa sus trapos sucios. Nos hemos vuelto muy blandos. Así no se hacen las cosas. Hay muchas maneras de silenciar a alguien en vez de echarle a jueces y fiscales encima para amedrentarlo. En fin, lo lastimoso de todo esto es que con la detención del desgraciado de Villarejo salieron muchas cosas a la luz que nunca se debieron haber conocido. En el CNI creyeron que deteniéndolo e incautándose de sus grabaciones se le quitaba su única arma. Ni se les ocurrió que podía tener copias ocultas. Y, claro, al poco de detenerlo, empezó a salir lo que Villarejo le había grabado a Corinna en Londres. Y el que resultó más salpicado por las inmundicias fui yo. Estoy convencido de que yo no era el objetivo inicial, porque a mí los españoles de bien me respetan. En fin, menos mal que la Audiencia Nacional le acaba de meter 19 años de prisión a Villarejo. Pero el mal está hecho.