Pintando al fresco

Mensaje desde el Mar Menor

Mar Menor.

Mar Menor. / Loyola Pérez de Villegas

Enrique Nieto

Enrique Nieto

Querida Juanica. Me alegraré que, ala recibo de la presente te encuentres bien, yo por aquí bien G.A.D.

Te escribo para contarte cómo estoy pasando estos quince días en Los Urrutias, con mi hija Josefa – ella dice que se llama Fifí, ja, ja, ja, – su marido (no me da la gana de llamarlo ‘yerno’, al desgraciao’ - y mis tres nietos, el Señor los guarde, aunque la Sonia se ha puesto a reírse cuando me ha visto escribiendo esta carta a mano, con un boli y un papel. Dice que esto ya no lo hace nadie, que se mandan ‘guasas’, pero yo el teléfono móvil no lo entiendo y solo lo uso para cuando me llaman o para llamar yo a los ocho hijos porque solo tengo que apretar un botón y me sale la lista, le pongo el dedo al que quiero llamar y se me comunica la cosa. Me lo arregló mi nieto Manuel, que es un genio para estas cosas. Oye, que nació con un don para la informática. (Esto de los móviles se llama informática)

La casa de aquí está muy bien, un pedazo de casoplón con vistas a la playa y un patio interior. El marido está forrao’. Se dedica a cosas de exportación de lechugas y papayas, que es una fruta exótica que se está cultivando en Perín porque dicen que allí se dan las mismas condiciones atmosféricas, tirando a desierto, que necesita esta fruta. Yo ni siquiera la he probado porque tiene una forma muy rara y un color muy problemático, que diría mi difunto José, que en Gloria esté, que de todo decía que era problemático, menos lo de hacerme hijos a mí, que tuve ocho y dos abortos, y casi sin enterarme de nada, porque luego contaron en el programa ese de la 5 que han quitado, que hay una cosa que nos da a las mujeres que se llama orgasmo, y que hay que frotarse ahí para que venga, o que te lo froten. Pero, hija, en mis tiempos de eso no se sabía nada, y, al vivir en el caserío de aquellos campos de Moratalla, a ver a quién le iba a preguntar yo.

Bueno, te cuento, Los Urrutias están muy bien. Este año todo ha mejorado mucho. Cada día, muy temprano por la mañana, vienen grupos de trabajadores y limpian las orillas de algas podridas, así que, en la parte del pueblo donde estamos nosotros, ya no se huele nada a putrefacción como ocurría anteriormente. El agua está totalmente transparente y hay algunas medusas, pero son de esas marrones, las de huevo frito que las llaman, y que no hacen nada. Además, todo el mundo ha aprendido a cogerlas sin que les piquen y a lanzarlas lejos de su camino sin matarlas porque se ha extendido la idea de que realmente filtran el agua y ayudan a mantenerla bien. Por cierto, me han dicho que hay chinos que se las comen. Jesús, María y José, qué asco.

Yo me estoy dando un novenario de baños, que es lo que se ha hecho siempre, y me está sentando muy bien. Me duelen menos las rodillas, se me han quitado los granos de los brazos y voy mejor de vientre. Estas aguas han sido siempre muy medicinales, lo que pasa es que se estaban cargando el Mar Menor con los venenos que le echaban, pero ya parece que le echan menos mierda, y está reaccionando.

El 23 es mi cumpleaños, 80 ya hija mía. Y, oye, para lo que llevo trabajado y sufrido no me encuentro muy mal. Todos los días me tomo las 8 pastillas: la de la tensión, la del riñón, la de mear mucho, las tres de la memoria, la de dormir y la de no tomar disgustos. Esta última es la mejor porque, cada vez que el marido de mi hija Josefa o la mujer del Antonio, el mayor, que es gilipollas, ella, no él, me sacan de quicio, me echo una debajo de la lengua y, oye, mano de santo, me da una paz que parece que me hubiera dado un masaje el fisioterapeuta, que, por cierto, en cuanto vuelva a mi casa, falte para pan, me contrato otra vez al fisio, que tiene unas manos que parecen de santo, hija mía, qué poderío. Además, es tan joven, y tan guapo…

Bueno, lo dejo ya. Para el 25 me vuelvo a mi casa y ya voy a verte. ¿En la Residencia bien? A lo mejor, para el año que viene me voy allí contigo. No quiero ser una carga para nadie.

Un beso de esta que lo es, La Francisca.

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