Aire, más aire

Que no quede ni un pelo

Miguel López-Guzmán

Miguel López-Guzmán

Lo peludo ya no se lleva. Ellas y ellos prefieren las pieles desprovistas de pelo, dando al traste con el popular dicho: «El hombre cuanto más oso más hermoso». Fuela mujer la pionera en desprenderse del vello corporal y facial. Dijeron adiós a las axilas pobladas de largo vello, a las señoras con entrecejo, bigote, patillas y piernas oscurecidas por el pelo, aunque hoy en día, ciertos sectores feministas reivindiquen las pelambreras naturales. Existió un tiempo en el que los varones encontraban encantadoras a las mujeres peludas, aunque desde entonces haya llovido y no poco.

Igualmente, ellos han seguido los pasos de ellas y las nuevas generaciones optan por un cuerpo libre de pelo. Se prescinde de él en pechos y espaldas peludas, aunque se conserve como atractivo el dejarse una poblada barba, en muchos casos con las cabezas totalmente rapadas en caballeros que no son calvos, algo que viene muy bien a los alopécicos, que les permite seguir la moda con total naturalidad.

Nuestros abuelos lucieron barbas y perillas personalizadas, bigotes en distintos estilos y patillas de bandolero andaluz dependiendo de las modas en los siglos XIX y XX, siendo su última expresión el bigotillo fascistoide de los años cincuenta del pasado siglo.

Gran culpa a la hora de cambiarnos el look piloso la tuvo King Camp Gillette, que de hábil vendedor de tapones de botella se convirtió en el inventor de las más célebres maquinillas de afeitar de la historia. En otras épocas se afeitaban con afiladas dagas. Inolvidables cuchillas las de los barberos clásicos, arma sutil de asesinos en serie especializados en el degüello. Gillette fue el primero en materializar una maquinilla de afeitar de seguridad con hojas reemplazables, separando el cuerpo de la maquinilla de la cuchilla propiamente dicha. De hecho, además del mango y del sistema de alojamiento de la hoja, lo auténticamente novedoso fue establecer un vínculo con los consumidores mediante la creación de un repuesto: la hoja de doble filo de usar y tirar.

Los españoles durante décadas optaron por la hoja de afeitar de la fiable marca Palmera, las que, al margen de las maquinillas eléctricas, entraron en desuso con el advenimiento de las populares maquinillas azules de doble hoja del señor Gillette.

Cremas depilatorias y depilaciones definitivas con láser son harinas de otro costal. La humanidad del futuro se ve más bella, más cómoda y más higiénica sin un solo pelo. Si Charles Darwin levantara la cabeza…

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