Tribuna

A segunda vuelta, si no hay otra

No se dejen engañar por unos u otros: vamos a elecciones. Puigdemont agitará la bandera irredentista y Sánchez recogerá el guante y dirá que lo intentó, pero no al precio de saltarse la Constitución

Puigdemont necesita ruido. La inercia ante Pedro Sánchez es ir a una segunda vuelta

Puigdemont necesita ruido. La inercia ante Pedro Sánchez es ir a una segunda vuelta

Sergi Sol

Puigdemont dice saberse con la llave. Pero tras demonizar los acuerdos de ERC con el PSOE hasta la saciedad, con palabras gruesas, ¿cómo pacta ahora sin más con Moncloa?

Puigdemont desdeña la oferta de ERC de unidad negociadora. A menos que fuera como ejerce su liderazgo en Junts. 

Hay un dato muy significativo que demuestra su modus operandi. Las listas del Parlament en febrero de 2021. Hubo primarias. ¡Pero no para elegir el cabeza de cartel! Puigdemont se reservaba decidir si él iba o no iba delante. La resolución de la historia es de sobras conocida. Se estrelló. Aún le duele.

Lo que vino luego le costó la cabeza al secretario general de Junts, Jordi Sànchez. Pactó un gobierno con Pere Aragonès y Puigdemont lo fulminó. Ni por asomo este quería tal gobierno, presidido por los de Junqueras. Era su peor pesadilla.

Hay otro dato poco conocido que explica el talante de Puigdemont. La moción de censura a Rajoy en 2018. Fue contra su criterio. ¿Su respuesta? Se cargó a todos los diputados.

Puigdemont lleva al independentismo al rincón, al extremo de la cuerda. Porque es ahí donde se siente cómodo y fuerte. ¡Claro que su objetivo no es ampliar la base! Su propósito es ser hegemónico en ese espacio. Y para eso necesita que mengüe. Menos y puros contra el más y diversos. En el primer caso Puigdemont se siente como pez en el agua.

Puigdemont necesita ruido. La inercia ante Pedro Sánchez es ir a una segunda vuelta.

Y pese a eso, Illa anda contando que lograrán la investidura de Pedro Sánchez mientras en Moncloa repiten que no habrá elecciones. O son unos ilusos o es puro tacticismo para justificar las elecciones de enero.

Pedro Sánchez va a desplegar el manual de buenas intenciones. El primer movimiento, sacar a la palestra a Jaume Asens. Son fuegos artificiales. Nada más.

Hay otro factor que dificulta en demasía a Puigdemont enmendarse. Su necesidad de abortar un cuarto espacio y, a su vez, señalar a los que se han rendido y colaboran con el enemigo. El de Waterloo es un hombre herido que actúa en clave personal. Con unas fobias muy acentuadas. A Junqueras le dedicó dos volúmenes enteros cuando este estaba en prisión. Lo dejaba de vuelta y media. 

Puigdemont ignora la complejidad de la sociedad catalana. Habla y se dirige solo a una parte. A la mitad, a lo sumo. Es su espacio de confort. E intenta cortar cualquier puente con la otra. Contaba Raül Romeva que el independentismo necesita construir puentes para ser hegemónico. Puigdemont desprecia esa teoría. Él no quiere construir puentes, los quiere dinamitar.

La CUP se dejó un 60% de los votos el 23J. ERC un 44%. Y los de Puigdemont perdieron un 24%. Pero estaban felices. El independentismo se dio un buen batacazo. ¡Qué más da! Primero, porque ERC perdió seis diputados. Segundo, porque Puigdemont recobró protagonismo. Los teléfonos vuelven a sonar.

Puigdemont es el líder supremo de un partido que es una especie de CUP, pero a la derecha. Ahora dicen ser un movimiento de liberación nacional, guardián de las esencias.

La CUP tiene un problema. No puede competir a gestos con el exiliado ‘president’ Puigdemont. ERC, otro. La apuesta posibilista ha sido combatida con fiereza por el resto del independentismo. La campaña del miedo del PSC les ha hecho más que un agujero electoral a los republicanos, un boquete. Solo hay que mirar los votos de ERC al Senado, 200.000 más. Parte de sus potenciales electores optaron por el PSOE en el Congreso y compensaron a ERC en el Senado.

Puigdemont ha decapitado a todos los suyos que le han llevado la contraria. Ahora anhela la cabeza de Rufián. Lo tiene entre ceja y ceja. Y luego, las que se tercien. Se ve como una suerte de rey Midas, da y quita a su antojo.

No se dejen engañar por unos y otros. Vamos a elecciones si no obra un milagro. Puigdemont agitará la bandera del irredentismo y seguirá abonando todo tipo de campañas contra los republicanos. Sánchez recogerá el guante y dirá que lo intentó con todas sus fuerzas. Pero no al precio de saltarse la Constitución. Pudiera ser un win-win para ambos. O eso creen algunos, ignorando que las elecciones las carga el diablo.

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