360 grados

¿Qué le pasa al otrora admirado periodismo norteamericano?

Joaquín Rábago

Joaquín Rábago

Sí, ¿qué le pasa al periodismo norteamericano, que antes muchos consideraban un modelo de profesionalismo, objetividad e independencia?

¿Por qué algunas de las que fueron sus grandes estrellas, como Seymour Hersh, que denunció la matanza de My Lai en la guerra del Vietnam, o el también premio Pulitzer, Chris Hedges, parecen apestados y publican sólo en internet?

¿Por qué el gran diario para el que trabajó algún tiempo Hersh, The New York Times, ni siquiera se dignó recoger el reciente artículo en el que aquél denunciaba la supuesta participación de Estados Unidos en la voladura de los gasoductos del Báltico?

¿Habrá contribuido a lo que parece un ostracismo de ambos profesionales su común oposición a la continuación de la guerra de Ucrania, aun cuando, por ejemplo, Hedges denunció la invasión por Rusia del país vecino como «una guerra criminal de agresión»?

¿Por qué otros periodistas de investigación mucho más jóvenes, como Max Blumenthal o el canadiense Aaron Maté, publican hoy sólo en portales o plataformas de internet como The Grayzone o Substack y son acusados, sin más, de pro Putin?

Maté fue, por cierto, uno de los primeros en denunciar que las acusaciones de las supuestas conexiones rusas del republicano Donald Trump, el famoso ‘Russiagate’, eran sólo un invento del equipo de su rival demócrata, Hillary Clinton, para obstaculizar su camino hacia la Casa Blanca, como ha quedado demostrado después.

¿Por qué uno busca últimamente en vano en los grandes medios estadounidenses alguna información sobre la supuesta inacción de la Hacienda norteamericana frente a Hunter Biden, hijo del actual ocupante de la Casa Blanca, quien no declaró al parecer ingresos millonarios?

¿Por qué resulta tan difícil encontrar alguna noticia sobre los testimonios ante el Senado de dos informantes del FBI acerca de la supuesta corrupción de Hunter cuando su padre era vicepresidente de EE UU y se ocupaba de Ucrania?

¿Por qué los grandes medios, con la única excepción de la emisora conservadora Fox News, no informan de las acusaciones de los republicanos según las cuales el FBI y el Ministerio de Justicia del Gobierno Biden no han investigado al hijo del hoy presidente por sus ingresos de fuentes extranjeras?

Se impone la sospecha de que, lo que parece un trato de favor a los Biden, tiene que ver con el miedo a perjudicar las aspiraciones del presidente a perder las próximas elecciones frente al populista Donald Trump, quien no deja de subir en las encuestas, pese a sus propios problemas con la justicia.

¿Por qué el también aspirante a la nominación demócrata a la Casa Blanca, Bob Kennedy jr, es continuamente víctima de acusaciones de «conspiracionismo» por sus críticas a la gran industria farmacéutica en relación con las vacunas contra el coronavirus o por sus críticas a la guerra de Ucrania?

¿Por qué se le acusa de antisemitismo, como ocurrió ya antes en Gran Bretaña con el anterior líder laborista, Jeremy Corbyn, descabalgado así del liderazgo de ese partido, e incluso se intentó impedir que el sobrino e hijo de dos políticos asesinados testificara en el Congreso de EEUU?

¿Por qué el fundador de Wikileaks, el australiano Julian Assange, continúa en una prisión británica de alta seguridad en espera de su posible extradición a EE UU mientras el ex empleado de la CIA, Edward Snowden, quien delató el espionaje masivo de la superpotencia, ha tenido que refugiarse en Rusia? 

¿Qué pasa últimamente con la libertad de información en Estados Unidos?

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