Mamá está que se sale

Relato de un náufrago

Luis Alejandro Velasco Sánchez, cuyo naufragio fue contado por Gabriel García Márquez en 'Relato de un náufrago'

Luis Alejandro Velasco Sánchez, cuyo naufragio fue contado por Gabriel García Márquez en 'Relato de un náufrago' / El Periódico

Elena Pajares

Elena Pajares

En el año 1955, fue publicada por entregas la crónica de la supervivencia, contra todo pronóstico, de un marinero de la Armada colombiana, Luis Alejandro Velasco, que cayó al mar en mitad de una tormenta junto con otros siete marineros. Solo él consiguió sobrevivir, gracias a que, en la confusión de los primeros momentos, un golpe de mar colocó a su lado una balsa de supervivencia. Desde allí, tendió la mano con desesperación a los otros que, zarandeados por el oleaje, trataban de agarrar su mano o subirse a la balsa. Pero el mismo mar que a él sí le permitió alcanzar la balsa, y subirse a ella, se tragó para siempre a los otros siete.

Nadie se dio cuenta de ello hasta que el barco llegó, puntual, a su destino. Y aunque le buscaron tanto el ejército colombiano como el americano, solamente pudo salvarse cuando la corriente le arrastró hacia tierra firme y él solo alcanzó a nado la orilla.

Al principio fue un héroe, condecorado y todo, pero a medida que se sinceró contando los pormenores de la historia, terminó confesando que el barco, un carguero colombiano que volvía de ser reparado en los Estados Unidos, en realidad zozobró por el peso de la mercancía de contrabando que transportaba (y que además eso era lo más normal cada vez que visitaban puertos yanquis) y cayó el pobre en desgracia. Ese destino cruel, encima, lo compartió con el autor de la crónica, que fue enviado de corresponsal al extranjero, y con el propio periódico, que fue naturalmente clausurado por publicar noticias que cabreaban al régimen, porque en Colombia entonces había una dictadura.

La cosa habría quedado ahí, en una crónica de periódico, de no ser porque el redactor de la noticia era Gabriel García Márquez, y a medida que se fue haciendo famoso, se fue publicando todo lo que había salido de su mano.

Más allá de la aventura, el relato de este náufrago trata sobre la soledad. De los miedos, la desesperación, el paso del tiempo sin noción de su medida, la insignificancia de una balsa en mitad del océano. La alternancia entre desear la muerte y luchar por la vida, todo con la misma intensidad. Si lo tienes a mano, leer cómo va enfrentando todo el naufragio es brutal.

Te cuento todo esto porque hace poco ha aparecido otro náufrago, un australiano llamado Tim Shaddock, que ha sobrevivido nada menos que dos meses a bordo de lo que quedaba de su barco, que se averió en mitad de una tormenta y quedó a la deriva, hasta que fue milagrosamente avistado por un atunero mexicano.

La diferencia entre este náufrago y el otro, radica en que este iba con su perra, Bella. Hay más diferencias, claro. Por ejemplo, este iba a bordo de un barco equipado. Aunque sufrió un gran estropicio durante la tormenta, lo que quedaba del barco era poco menos que un yate de lujo, al lado de la balsa de supervivencia, provista solo de tres remos, en la que quedó el otro pobre. Y, por otra parte, el australiano era un experimentado marinero, mientras que el chico del relato de García Marquez era apenas un adolescente, precisamente con miedo a naufragar.

Enfrentar la soledad de un naufragio, la desgracia de estar solo en medio del océano, sin saber si te buscan o si te han dado por muerto, es definitivamente mucho más llevadera si te acompaña tu perra. Si no has tenido perro, no puedes entenderme, lo sé. Pero por algo le dicen el mejor amigo del hombre. Eso no quita el horror de vivir un naufragio, ni le quito drama al episodio, que desde luego no me gustaría experimentarlo. Pero no puedo dejar de pensar que la perra Bella, al modo del Wilson de Tom Hanks, habrá sido un constante apoyo y una compañía muy agradecida. Así, mientras el relato del náufrago de García Márquez cuenta una historia de soledad extrema, la de estos dos náufragos me parece más una aventura con final feliz. 

Pero ya te digo que, si no tienes perro, no sabes de lo que hablo. Una pena.

Suscríbete para seguir leyendo