Jodido pero contento

¿Lucha de titanes tecnológicos o pelea de perros callejeros?

Elon Musk

Elon Musk / Joe Skipper / PIM

Dionisio Escarabajal

Dionisio Escarabajal

Elon Musk es un billonario (en términos anglosajones, no europeos) conocido por ser el fundador y principal accionista de la empresa de coches eléctricos Tesla, cuyas acciones en bolsa valen actualmente más que el resto de grandes fabricantes de coches norteamericanos juntos, incluidos Ford y General Motors. Elon Musk, sudafricano de nacimiento, empezó fundando varias empresas dedicadas al fintech (aplicaciones para finanzas), hasta que una de ellas, PayPal, fue adquirida por eBay, convirtiéndose así en el origen de su inmensa fortuna y de su meteórica e inigualable carrera de emprendedor en serie. No solamente es Tesla, también ha creado Space X en el sector aeroespacial, The Boring Company para perforar túneles o Neurolink para desarrollar el potencial del cerebro humano. Hace algunas noches pudimos contemplar en el cielo nocturno una constelación de puntos luminosos que parecían moverse al unísono. No eran naves alienígenas, sino algunos de los satélites de los miles que está lanzando al espacio Starlink, otra empresa de Musk, para dar acceso a internet en los lugares más remotos del planeta. De hecho, Starlink se ha convertido en una pieza esencial del operativo militar ucraniano en su guerra contra Rusia.

Con tales antecedentes, y otros que no menciono por falta de espacio, resulta normal que Elon Musk tenga un ego como la copa de un pino. Pero como los ricos también lloran y de vez en cuando se equivocan, nuestro multimillonario (en términos europeos, no anglosajones) se metió hace unos meses en el berenjenal de comprarse su propia red social preferida, en su caso Twitter. Metió la pata a lo grande haciendo una oferta desmedida, por valor de 44.000 millones de dólares, que se ha tenido que tragar con patatas, dado que en el país de los pleitos y abogados millonarios, no se ha podido echar atrás sin el riesgo de pagar un precio mayor incluso. Así las cosas, desde el minuto cero, a Elon Musk le han salido fatal las cosas como factotum de Twitter, la mayor parte por decisiones precipitadas y erráticas que han costado a la compañía miles de millones de dólares por la retirada de anunciantes y por la bajada imparable de usuarios. Hasta el punto Twitter y Elon Musk están sangrando por la herida, que han atraído la codicia de otros tiburones, como es el caso de Marck Zuckerberg, el fundador y patrón máximo del conglomerado Meta, que abarca conocidas plataformas como Facebook, Instagram o WhatsApp.

Hace unos días, Elon Musk retó a Mark Zuckerberg a una ‘cage fight’, una forma figurada de llamar a una ‘pelea a muerte’. Incluso el Ministro de Cultura de Italia ha ofrecido de forma oportunista el Coliseo Romano para celebrar el enfrentamiento, como si dos gladiadores de la antigüedad clásica se tratara. En realidad, el reto para Musk se ha convertido en existencial para Twitter con el lanzamiento por parte de Meta de un clon de la red del pajarito con el acertado nombre de Threads (hilos, como en ‘hilos de conversación’). En el primer día de lanzamiento mundial (excluida Europa por su estricta política de protección de datos), Threads ha conseguido diez millones de usuarios, apoyándose en las facilidades que ofrece la incorporación directa de perfiles personales desde Instagram. Otros proyectos que imitan a Twitter, incluida Truth de Donald Trump, no han conseguido ni de lejos hacer sombra a la popularidad de la primigenia red social conversacional, que tanta penetración y repercusión ha tenido y tiene en el ámbito de la política, las celebrities y la actualidad en general. Obviamente, el espabilado de Zuckerberg, con su carita barbilampiña y su apariencia de no haber matado una mosca en su vida, está aprovechando la dirección errática que ha tomado Twitter bajo la batuta de Elon Musk, con sus múltiples fobias y manías.

Poco ha tardado el magnate sudafricano norteamericano en enviar la típica carta de ‘cese y desistimiento’ que tan a menudo vemos en las series de abogados norteamericanas. Me da que el dueño de Meta se lo habrá preparado bien con sus propios abogados y no verán razón para no continuar con su intento de echar al pajarito del nido, quedándose de paso con un sustancial pastel de usuarios y anunciantes. De momento, los más de mil millones de usuarios de las plataformas de Meta, incluso en Europa cuando nos llegue, se verán requeridos continuamente para darse de alta en Threads y empezar a interactuar entre ellos y con los influencers que se sientan atraídos a ocupar una posición de salida en la nueva red social. Para ello, los de Zuckerberg no han dudado en hacer un clon de Twitter, encomendándose a la calidad de sus abogados y a su aplastante masa de usuarios. En el libro Marketing de guerra, Jack Trout y Al Ries definen las estrategias competitivas que te corresponden si eres un líder, un seguidor o un guerrillero. Al líder le recomiendan sin ambages que se apropie de las buenas ideas del guerrillero, porque tarde o temprano la gente se olvida del humilde inventor y se pliega al todopoderoso ganador. Es una estrategia seguida fielmente por los grandes titanes de cualquier industria y que hemos visto aplicada por Meta cuando se apropió de las ideas de Snapchat por vía de los stories y de las de TikTok por vía de los reels, ambos formatos originales de las respectivas redes emergentes. Es una historia interminable en reverso de la batalla de David contra Goliat. En el caso de la innovación empresarial, casi siempre gana Goliat.

Y tampoco estas batallas son nuevas en el mundo de la industria tecnológica. Steve Jobs y Bill Gates fueron enemigos irreconciliables desde que Gates se apropió de diversas ideas del interface de Macintosh para su propio sistema operativo Windows, después de que Microsoft hubiera sido proveedor de Apple durante muchos años. Solo firmaron la paz cuando Gates salvó de la quiebra a Apple, apoyando a Steve Jobs cuando volvió al timón de la empresa. El que la jugada beneficiara de paso a Microsoft, que estaba siendo investigada por prácticas monopolísticas, no le quita ni un ápice de dramatismo a esta historia de amores y odios. No sabemos si la pelea de perros callejeros en la que están enzarzados estos dos nuevos titanes de la industria tecnológica acabará igual, pero entretenimiento como espectadores no nos va a faltar.

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