La Feliz Gobernación

Pactad, pactad, malditos

Lo que corresponde a López Miras es formar Gobierno. Con Vox dentro o con Vox fuera.

NO

NO / Miguel López-Guzmán

Ángel Montiel

Ángel Montiel

Vamos a dejarnos de bromas. Los resultados de las elecciones autonómicas fueron los que fueron. Ganó de largo, de muy largo, la derecha, partida en sus dos almas. Ambas disponen de razones para celebrarlo. La convencional avanzó a grandes zancadas hacia la mayoría absoluta, aunque no la alcanzó por poco; la otra, la versión más extrema, dobló ampliamente su representación anterior. El retroceso de las dos alas de la izquierda tanto en escaños como en votos las sitúa a muchas millas de cualquier posibilidad de acceso al poder, incluso si se produjera una repetición electoral. Y es que aunque la derecha resultara castigada en las urnas por su incapacidad para armar un pacto es difícil creer que el sopapo llegara a tanto como para dar lugar a un vuelco; en todo caso, la mayoría sociológica de derechas distribuiría el castigo entre los dos partidos de ese ámbito que identificara como responsables del desentendimiento. Repetir las elecciones significaría, pues, volver al punto de partida, un acto irresponsable en una Región que carece, por fortuna, de antecedentes en ese tipo de experimentos.

No seré yo el que escriba el típico editorial infatuado sobre que la Región no puede esperar. La Región lleva mucho tiempo esperando políticas eficaces de gestión. Pero las urnas han dictado, guste más o guste menos a unos o a otros, que toca otro periodo legislativo presidido desde el Gobierno por Fernando López Miras. Y es lo que hay que procurar sin dilación. La izquierda hace lo que corresponde al escandalizarse de que esto sea así, pero la mejor manera de que el PP no siga gobernando y de que Vox no siga creciendo consiste en ganarles las elecciones. No hay otra. Si el PSOE no consigue interceptar el paso a la derecha sólo puede ser porque, o bien ésta conecta con la sociedad murciana mejor que su alternativa o que los socialistas no consiguen transmitir la impresión de que lo son. La izquierda debería indagar en sí misma en vez de rebuscar pretextos externos. Su papel, en cualquier caso, está claramente definido por las urnas: hacer oposición. Cuanto mejor la hagan, mejor. Y motivos tienen y tendrán para hacer esa labor.

En el debate de ayer, el socialista Pepe Vélez obvió la propuesta de investidura de López Miras y refritó un balance de cifras negativas sobre su gestión que, sin embargo, no condicionaron su éxito electoral. Aparte de que a unas cifras se les puede replicar con otras, que es lo que hizo el candidato. Es verdad que los cuatro últimos años de gestión popular no son precisamente ejemplares, pero insistir en esto como núcleo central del debate cuando los electores parecen haberlo pasado por alto no es otra cosa que un ejercicio de nostalgia, un autoconsuelo narcisista. Por su parte, la portavoz de Podemos, María Marín, tuvo una intervención brillante, y en buena parte demoledora, pues antepuso la ironía, con toda su fuerza corrosiva, a la crítica avinagrada, aunque la incontención en el uso de determinados calificativos y los señalamientos ad hominen le restan todavía una proyección transversal que la limitan a su audiencia confortada.

Lo que corresponde a López Miras es formar Gobierno. Con Vox dentro o con Vox fuera. Puede doler leer esto y puede que también muchos sospechen que duela escribirlo, pero es la única opción democrática que existe en esta Región por designio de la mayoría ciudadana. Conviene que aterricemos a la realidad. Así que Gobierno ya. Y que sea lo que Dios quiera, o mejor, lo que los electores han decidido.

El debate parlamentario de ayer mostró definitivamente que estamos en bucle, algo así como en un callejón sin salida. No es verdad que el pulso entre PP y Vox sea sólo un teatrillo. Van en serio: el primero pretende que los otros se conformen con un pacto programático de enunciados genéricos, y el segundo quiere entrar al Gobierno, porque sabe que el PP se queda en el aire si no accede a su pretensión. No es un paripé, pues cualquiera de las decisiones tendrá un efecto sustantivo. Pero es un problema de la derecha. Que lo resuelvan. La diatriba es legítima por ambas partes, pero los argumentos expresados desde una y otra admiten réplicas en la visión de terceros que no tengan prejuicios establecidos. Si el PP admite un alto nivel de concertación con Vox no tiene sentido que vete su entrada al Gobierno, y si Vox aspira a un Gobierno de la derecha en Murcia no tiene otro remedio que acomodarse al programa consensuado que se le ofrece. En realidad, lo que aquí se dirime son intereses de partido, corporativos, aparte del tacticismo preelectoral respectivo.

El 28M ganó la derecha en su doble versión por más del 60% de los votos. Por tanto, que gobierne la derecha. Con alborozo para muchos, y con gran pesar para otros. Pero es lo que hay. Lo que no se entendería en modo alguno es que, en un contexto de política de bloques, tanto en las autonomías como en el ámbito nacional, la Región de Murcia diera el cante como excepción con la convocatoria de nuevas elecciones que sólo servirían para reconfirmar lo que es un hecho bien visible.

Las urnas han dictaminado que PP y Vox tienen algo que hacer juntos. Pues que lo hagan ya, coño.