Verderías

Recuperar la naturaleza

Garantizar la integridad de los ecosistemas no es solo una cuestión científica, sino también una estrategia clave para mejorar la resiliencia y la productividad de la tierra e incluso para garantizar la seguridad alimentaria europea. Si, por el contrario, no ayudamos a la naturaleza a restaurarse, tendremos un verdadero problema

Fotografía de Tobias Tullius

Fotografía de Tobias Tullius

Herminio Picazo

Herminio Picazo

La Unión Europea suele darnos buenas noticias en relación con la protección del medio ambiente. Aunque siempre se puede ir más rápido y ser más ambicioso, la UE demuestra con frecuencia que está en cabeza mundial en esta tarea, tanto en las intenciones, en la filosofía de los conceptos y en el avance de los conocimientos, como también, aunque a veces le cueste Dios y ayuda, en la aplicación de sus reglas y la puesta en práctica de sus políticas.

La última batalla que la Comisión Europea está doloridamente dando, pasando por su complicado debate en el Parlamento Europeo y el Consejo, es la de dar luz verde a un reglamento para la restauración de los ecosistemas que vinculará a todos los países miembros. Esta nueva norma, al que los medios han dado en llamar «Ley de recuperación de la naturaleza», es una de las piezas importantes del Pacto Verde Europeo.

Hace unos días los ministros de Medio Ambiente de la UE acordaron una posición común para negociar con el Parlamento, con alguna rebaja de las ambiciones iniciales, pero manteniendo la llama de los objetivos a alcanzar. La tramitación está siendo complicada, abriendo una brecha entre los partidarios de ir más rápido y los opositores, capitaneados por las facciones más ultras del parlamento europeo, a los que en esta ocasión se unen miembros del grupo mayoritario al que, contradictoriamente, pertenecen la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, y el vicepresidente, Frans Timmermans, que precisamente son los principales impulsores de la norma.

Ocurre que el trasfondo del debate es más político que técnico. A un año de las elecciones europeas se pretende no dejar ventajas políticas a los negacionistas climáticos en una estrategia que, según muchos analistas, es francamente peligrosa. Durante el debate de la reunión de los ministros, el propio Frans Timmermans, pidió que no se conviertan las políticas ambientales en «guerras culturales» con una «oposición tribal» donde «los hechos ya no importan».

Lo que está claro es que la situación de los ecosistemas europeos necesita de respuestas para corregir su alarmante declive. Según la Comisión Europea, más del 80% de los hábitats europeos están en malas condiciones de conservación y más del 70% de los suelos están en condiciones de insalubridad, lo que produce una pérdida de productividad agrícola por un valor de 1.250 millones al año. La nueva norma busca revertir estas tendencias para, entre otras cosas, restaurar al menos el 20% del territorio europeo para 2030 y todos los ecosistemas que necesiten restauración para 2050.

De momento, en las primeras votaciones, la situación está en empate en el parlamento europeo. Veremos cómo va la cosa. Esperemos que avance, porque garantizar la integridad de los ecosistemas no es solo una cuestión científica, sino también una estrategia clave para mejorar la resiliencia y la productividad de la tierra e incluso para garantizar la seguridad alimentaria europea. Si, por el contrario, no ayudamos a la naturaleza a restaurarse, tendremos un verdadero problema.

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